LA REFORMA DEL ESTADO (II)
LA DEMOCRATIZACION DEL ESTADO
Wladimir Turiansky.Uno está tentado de repetir aquel clásico “...Como decíamos ayer”, del maestro Unamuno, habida cuenta que desde mi primer nota sobre el tema han pasado más de tres meses, incluída la consabida siesta veraniega. Para mantener el hilo de la reflexión trataré de reiterar algunos conceptos de aquella primera nota, por lo que desde ya pido disculpas.
En esta oportunidad quisiera abordar el tema de la Reforma del Estado desde un ángulo distinto: la reforma como un proceso democratizador. Lo hago porque me parece que por ahí pasa lo esencial de nuestro proyecto de transformación revolucionaria de la sociedad.
Por un momento, es bueno prescindir de lo concreto, de lo inmediato, para pensar en términos programáticos de largo plazo, en términos ideológicos, de construcción de un proyecto. Creo que nos ubica mejor, evita que este debate caiga, o bien en el pragmatismo estrecho, o bien en la mera palabrería seudo revolucionaria.
Me ubico, pues, en ese contexto.
Estamos pensando, muchos de nosotros, en un proceso que definimos como una vía de aproximación hacia una sociedad superadora del capitalismo, y que también muchos de nosotros llamamos socialismo.
Corresponde hacer algunas precisiones.
El programa del gobierno frenteamplista no es un programa socialista, es un programa de progreso social, de profundización democrática, de equidad.
Es bueno recordar, por otra parte, que el programa de gobierno se inspira en las bases programáticas del FA, pero que no son la misma cosa. El programa de gobierno es, en todo caso, una aproximación. Su contenido fue claramente explicitado en la campaña electoral, con la difusión pormenorizada de las 5 direcciones estratégicas: el Uruguay social, el Uruguay productivo, el Uruguay democrático, el Uruguay innovador, y el Uruguay integrado.
El programa del FA como fuerza política, tanto el texto fundacional de 1971 como las actualizaciones aprobadas en sucesivos Congresos, va más allá. Históricamente lo hemos definido como un programa de liberación nacional, democrático, antiimperialista y antioligárquico. No obstante, y a pesar de su contenido avanzado, no es, no lo hemos definido, como un programa socialista.
Antes de seguir, quisiera insistir con este concepto. No debiéramos identificar, como me parece que ocurre con frecuencia, el programa de gobierno con el programa del FA. Pensar así conduce a dos conclusiones, ambas negativas. Por un lado, cae en la demagogia, en la misma medida que pretende encerrar en el corto plazo de un período de gobierno un programa que es esencialmente de largo plazo. Por el otro lado, en el otro extremo, termina reduciendo el programa de la fuerza política, su contenido liberador, en aras de los objetivos inmediatos de un programa de gobierno, y, como consecuencia inevitable, coloca a la fuerza política no delante, sino detrás del gobierno, hipoteca el futuro..
Resumiendo entonces la idea, debemos tener claro que el programa de la fuerza política, va más allá. El programa de gobierno, incluso de los que lo sigan si logramos mantener el apoyo de las grandes mayorías, debe verse siempre como una aproximación al programa de la fuerza política.
De ahí la importancia de la actualización del programa, tanto por los cambios generados en el contexto mundial y regional, como por los cambios que la labor de gobierno vienen generando en la base material de la sociedad uruguaya y en el pensamiento social.
Hecha esta precisión, vuelvo entonces al tema que venía desarrollando en torno al contenido avanzado, liberador, aunque no socialista del programa del FA.
Claro, en aquellos tiempos de lo que hoy llamamos el “socialismo real”, las diferencias sustanciales en el movimiento popular en torno al concepto de socialismo como sociedad superadora del capitalismo eran radicales y, si bien la izquierda en su conjunto es claramente cuestionadora del capitalismo por su carácter rapaz, expoliador del trabajo humano y de las riquezas de la naturaleza, generador de enormes desigualdades entre los detentadores de la riqueza y masas humanas condenadas a la exclusión, el cómo superar esa rémora implicaba visiones en muchos aspectos absolutamente contrapuestos.
La vida resolvió dramáticamente aquel debate ideológico. Quienes cuestionaban el modelo de socialismo existente, no desde el ángulo de la defensa del capitalismo, sino desde el ángulo de los mejores caminos para su superación, tenían, en lo sustancial, razón. Quienes lo defendíamos, sin aceptar cuestionamientos, estábamos equivocados.
Por eso me parece que hoy, en este mundo globalizado y caótico, las actualizaciones programáticas de nuestro FA comenzarán a delinear en forma más precisa el carácter de la sociedad que aspiramos a construir, apoyados en la experiencia de nuestra propia historia, así como de la región y del mundo. Habrá que pensar más en el carácter de esa sociedad y en las vías para alcanzarla. Tendremos que ir delineando un proyecto. A diferencia de esquemas prefabricados de otros tiempos, esto será una construcción colectiva, apoyada en nuestras realidades tanto como en las experiencias históricas de la región y del mundo. Y creo que en todos los ámbitos de nuestro FA, en sus órganos de conducción, en sus bases, en sus espacios de estudio y elaboración programática, todos los frenteamplistas tendremos que darnos algunos tiempos y algunos ámbitos de reflexión que nos permitan delinear ese proyecto. Habrá que dar respuestas a la pregunta: ¿Qué país, que sociedad, nos proponemos construir?.
Todavía me parece útil una precisión sobre el concepto de “vías de aproximación”.
Los tiempos actuales, están cargados de contradicciones. Por un lado, un sistema capitalista, que a la par de su expansión a todos los rincones del planeta, y del fabuloso desarrollo de las fuerzas productivas apoyado en las conquistas de la ciencia y la tecnología, viene sin embargo agudizando hasta límites intolerables su carácter depredador, excluyente y violento. Por otro lado, el derrumbe del sistema de países de economía socialista, con la consiguiente crisis ideológica de un vasto movimiento revolucionario mundial, no solo comunista, generó un cierto “vacío” en multitudes que, identificadas con un común sentimiento anti-capitalista, perdieron no obstante las referencias, el perfil del nuevo mundo a construir.
Pero aquel viejo “topo de la historia” siguió su incansable trabajo, y en el mundo en general, pero particularmente en A. Latina, el movimiento popular fue alumbrando nuevas realidades, caminos de pronto impensados, “vías de aproximación”. De eso se trata, en especial para quienes nos educamos en dogmas y esquemas que nos marcaban paso a paso el derrotero. Se trata de comprender que vivimos tiempos de exploración, y que incluso son estos procesos, definidos como vías de aproximación, los que contribuirán a delinear el tipo de sociedad que procuramos alcanzar.
¿Qué Estado, y para qué?.
Después de este largo preámbulo, entre ideológico y programático, y con esos fundamentos, corresponde abordar el tema concreto de la reforma del Estado, y preguntarnos ¿Qué Estado? ¿Para que?.
Con esa perspectiva, la reforma del Estado adquiere relevancia estratégica. Sin duda, la reforma incluye la modernización tecnológica, la racionalización de las escalas salariales, las normas de ingreso y ascenso, la eficiencia en la gestión, la desburocratización, etc. Todo ello es parte de la reforma. Pero también lo es la redefinición del papel del Estado, concebido como un instrumento al servicio del proyecto de cambio.
Pero bueno. Esto se hizo largo. Te la sigo en la próxima.