EL HUEVO DE LA SERPIENTE..
Wladimir Turiansky
Alguna vez se me ocurrió escribir que los uruguayos sufríamos de cierta dicotomía existencial. Éramos blancos o colorados, de Nacional o de Peñarol, seguíamos a los Asaltantes con patente o a los Patos cabreros, etc., etc.
Con el tiempo comenzamos a ser mas diversos. Así, además de blancos y colorados, nos hicimos frenteamplistas, en el carnaval se nos fueron los Patos y los Asaltantes, pero tuvimos a los Diablos, La Falta, la Catalina, y otra vez los Asaltantes, seguimos siendo mayoritariamente bolsos y manyas, pero también violetas, o tuertos, y así en otros órdenes de la vida.
Hete aquí, sin embargo, que la dicotomía resurge. Aunque ahora de manera distinta. No se recrea desde ese imponderable que llamamos cultura popular, sino que se construye en los círculos eruditos de analistas políticos, asesores de campaña, y medios de prensa.
Así tenemos hoy, por ejemplo, nada menos que dos demonios. Podemos, si queremos, satisfacer nuestra vocación dicotómica y seguir a uno o a otro. Pero claro, a quien se le va a ocurrir. Son demonios, y de los demonios mas bien nos libre Dios.
Para nuestra suerte surgieron también dos izquierdas. ¡Albricias!. Elegir izquierdas nos provoca menos escozor que elegir demonios. (Dicho sea de paso, y ahora que me acuerdo, esta adquisición no es nueva, pues ya hace algunos años podíamos elegir entre la izquierda histórica y la otra, la moderna. Pero bueno, es un aggiornamiento) .
Eso sí, ¡cuidado!. Hay que mirar con atención, no estamos eligiendo demonios, pero de todos modos andamos por un andarivel peligroso, porque parece que una es la izquierda buena, y otra es la izquierda mala. ¿Cómo decidir? Porque con los malos nosotros, que somos de fondo bueno, como dice el tango, no queremos estar.
Por suerte viene en nuestra ayuda la derecha, nuestra inefable derecha vernácula, que, ¡oh sorpresa! es capaz de admitir, con generosa amplitud, que no toda la izquierda es mala, y que algún cachito de ella es un poco buena, y que incluso nos puede ayudar a buscarlo.
Es curioso. Hasta no hace mucho tiempo, para el pensamiento de derecha no existía una izquierda buena, toda ella era demoníaca. Es natural que pensara así. La derecha es la reacción contra toda forma de pensar y actuar que pretenda cuestionar el orden establecido. Hoy se expresa en el neo-liberalismo y en su filosofía, aquel que resumió con su brutal característica George W. Bush: “el que no está conmigo está contra mi, y el que está contra mi forma parte del imperio del mal”. Punto.
Y de pronto resulta que nos dice que no toda la izquierda es mala, que no toda la izquierda es “out”, alguna puede ser “in”, no toda es “de menos”, alguna puede ser “de más”, (bueno, un poquito “de más”, que tampoco es cuestión de exagerar).
¿Qué estará pasando?.
Pero, ¿es que es necesario hacerse esa pregunta? Es obvio que no. Estamos en campaña electoral, precisamente en la etapa de las elecciones internas de los partidos, y con la peculiaridad de un FA que, a diferencia de elecciones anteriores, se presenta con tres candidatos. Intrigar un poquito con ello, insinuar proximidades con alguno y lejanías con otro, sembrar dudas en el votante frenteamplista, en fin, todo sirve cuando faltan razones y propuestas, sobre todo en el caso de nuestra derecha, responsable en sus sucesivos gobiernos del descalabro económico y social con que el Frente se encontró el 1º de marzo de 2005, y con una tremenda cola de paja que necesita hacer pasar lo más desapercibida posible (tarea difícil si las hay).
En fin, mientras se trate de contestar caracterizaciones de la izquierda que se construyen desde la derecha, uno puede darse el lujo de tomarlo con solfa. ¡Que saben ellos, cultores del pensamiento único, de la riqueza y diversidad del pensamiento de izquierda!
Ya uno no puede tomarlo en solfa cuando ese tipo de caracterización aparece entre nosotros. Subyace desde hace un tiempo, pero se viene agudizando en esta campaña electoral. Se escribe y se proclama en discursos que en esta elección se confrontan dos izquierdas, dos maneras de entender la izquierda y, si bien no se ha llegado, ¡sería el colmo!, a la calificación introducida desde la derecha, de una izquierda buena enfrentada a una mala, de alguna manera se tiende a descalificaciones que apuntan en esa dirección, o se desliza en “etiquetas”, tales como una izquierda seria y otra que no lo es, una izquierda que se identifica con el gobierno y otra que no tanto, una izquierda de los pobres y otra de los ricos, una izquierda técnica (por no decir tecnocrática, pues ese término suena a insulto) y una izquierda política, que se yo, puedo multiplicar los ejemplos.
¡Que permeables que somos a la ideología conservadora! Nos estamos, peligrosamente, olvidando de todo lo que la izquierda uruguaya elaboró y construyó en décadas, de la unidad en la diversidad, de la búsqueda del consenso no simplemente para adoptar tal o cual resolución, sino como camino para la construcción de síntesis enriquecedoras de la verdad.
Peor aún. Estamos olvidando la historia misma de la izquierda como ese aspecto del pensamiento universal moderno que se fundamenta en valores éticos tales como la libertad, la igualdad, la solidaridad y la justicia, que por ello mismo es esencialmente revolucionaria y profundamente crítica, de si misma y del pensamiento social en su conjunto. Y que además transforma su pensamiento en acción, se fija objetivos, construye sistemas, ensaya caminos, fracasa y triunfa, en una aproximación permanente a sociedades fundamentadas en los valores éticos que la inspiran. Al fin, en su praxis, expresa ese largo camino de la humanidad para salir finalmente de la prehistoria y pasar “del reino de la necesidad al de la libertad”.
Y si algo caracteriza esa praxis es la diversidad, la multiplicidad de alternativas que una y otra vez, en todas partes y en todo tiempo se han desarrollado, con éxitos y con fracasos, con avances y con retrocesos. ¿O es que olvidamos nuestra propia historia social, tan diversa, imposible de encerrar en una dicotomía?
Quienes pensamos, y me incluyo, alguna vez en el pasado que ya no había razón para esa permanente búsqueda de caminos, que ya lo habíamos encontrado y no había más perro que el chocolate, bueno, pues la historia se encargó de “despeinarnos”, y caro le resultó a los pueblos esa lección.
En estos fundamentos están las raíces mismas de la creación del Frente, de su solidez y la esperanza que genera. Es la comprensión de que los caminos pueden ser diversos, y que mejor que confrontarlos en prácticas desgastantes es unir esfuerzos en la búsqueda de una síntesis que recoja la diversidad de pensamientos y permita construir el mejor de los caminos posibles. No otra cosa es “la unidad en la diversidad”, la articulación y la búsqueda tenaz de los consensos.
¿Cómo se puede entonces entender que, por un lado esa diversidad haya sido capaz de consensuar un programa para el 2º gobierno frenteamplista, de aprobarlo por unanimidad en el Congreso, y que luego resulte, por otro lado, que su “interpretación” dependa del candidato triunfante y de “su” izquierda o su particular versión de la izquierda?.
¡Vamos arriba con la campaña electoral, y ojalá que el ganador en la interna sea el presidente que en nombre del FA asuma el gobierno del país para el período 2010-2015. Y ojalá, también, seamos capaces de recrear nuestra fuerza política en sus valores esenciales, en su unidad, en esa tarea esencial y pendiente de defensa y consolidación de su gobierno, de generación de una nueva hegemonía social sustitutiva de la dominante actual, de construcción del bloque social y político expresión de las grandes mayorías nacionales, y, al mismo tiempo, capaz de otear el futuro y elaborar, entre todos, el programa para el largo plazo que explicite el proyecto de país que la izquierda se propone alcanzar, y capaz, al mismo tiempo, de someter a examen crítico su estructura, hoy absolutamente anacrónica, y ponerla acorde a las nuevas realidades y a las nuevas tareas y responsabilidades.
El FA nació, creció y llegó al Gobierno, desde él comenzó a construir un país más libre, más solidario, más igualitario y más justo. Nada más que comenzó esa construcción, y le queda mucho por delante. Sólo lo podrá lograr si somos capaces de librar batalla contra concepciones que como las que he señalado, y más allá de las declamaciones en torno a la unidad, llevan intrínseca la semilla de la división y de la pérdida de la esperanza que ya varias generaciones de uruguayos han depositado en el FA.
Que la derecha no nos deje incubando entre nosotros el huevo de la serpiente.