Canta porque le sale, sentado en la cucheta se pone alrededor de la guitarra y hamaca el cuerpo como si la quisiera dormir, mientras la derecha castiga las cuerdas.
 Canta aunque la memoria no lo ayude porque lleva ese furor, esa luz que le hace cantar.
 No hay noche que no nos encuentre alrededor del bardo, es lo más parecido al hechicero de la tribu, tiene el poder de hacernos heroicos, amantes, nostálgicos.
 Hace tanto dolor que crecimos, hace tanto dolor que faltamos, hace tanto dolor que dejamos de ser lo que éramos. Nos queda tanto por delante.
 “Tu enciende el sol
 y tú tiñe el mar...”
 
 En el lugar donde la esperanza se consigue en cuotas muy pequeñas, Cuqui canta y la regala.
 
 “Tu risa me hace libre
 me pone alas ...”
 
 Cuando nos parece que estamos solos, la canción nos recuerda los hermanos de todos los tiempos que creyeron en lo que creemos.
 
 “Quizá porque mi niñez
 sigue jugando en tu playa...”
 
 Cuando se nos va el rostro de la comarca, el tiempo en que éramos un nombre, un trabajo un hijo o un padre, llega la canción que evoca y nos hace evocar.
 Los que estuvimos allí, en ese galpón que se llamaba Barraca 3 A y con calor o frío rodeamos al guitarrero para que su canto nos rodeara, le debemos por lo menos una caña.