Febrero de 1973
Editorial de la Revista de la Educación del Pueblo firmado por su Director (Revista de la Educación del Pueblo Nº 18, febrero de 1973).
La hora es grave para la enseñanza porque todo es grave en el país. Y frente a esta situación crítica, que pocos advertíamos no mucho tiempo atrás, no hay más que dos partidos. El de los amigos de la enseñanza, y el de sus enemigos.

CAMBIOS PARA AVANZAR
Cuando decimos «amigos de la enseñanza» estamos diciendo lo mismo que también muy poco tiempo atrás definíamos como «partidarios de la enseñanza pública», con todo lo que el rótulo implicaba y, en esencia, democratismo. No hemos cambiado con ello sino para avanzar. Con la sociedad que cambia, con el mundo que cambia, con las ideas y los hombres que se encaminan en la dirección de la lucha que hemos realizado sin pausa o hemos favorecido. Por una verdadera democracia, por una democracia con pan, por una democracia con derechos, por una democracia con cultura y por lo tanto con una conducta protagonista y responsable de su pueblo.
Los enemigos de la enseñanza popular se encastillaban en la enseñanza privada con pujos de segregación aristocrática. Allí siguen. Desde allí y desde sus bufetes pergeñan los proyectos para la educación de los demás, de los hijos de los demás, de los que trabajan para ellos. Pero al mismo tiempo, sectores crecientes y no secundarios de la enseñanza privada vienen a las posiciones de la escuela del pueblo, han puesto de acuerdo, acompasados al tiempo, teoría y conducta, prédica y acción.

BASE IDEOLOGICA POPULAR
La enseñanza uruguaya ha mostrado siempre una sólida base ideológica popular en la escuela primaria, cerradamente partidaria del laicismo, de la obligatoriedad, de la gratuidad, de la asistencia social, que la ha soldado profundamente al destino de la nación, al hombre. No pasó siempre así en la enseñanza media y universitaria por razones de clase. De ahí que, como en las rencillas de familia, entre los maestros cristianos, materialistas o agnósticos, blancos o colorados, gente de izquierda, derecha y centro, todo enfrentamiento cesó automáticamente cada vez que apareció en el horizonte una amenaza, un agravio, una acción concertada contra la «escuela pública». Pero este espíritu abarca hoy toda la educación nacional, todo el cuerpo docente de la República. Basta escuchar los juicios que el discurso del Ministro de Cultura, nada menos que en los actos del 25 de Agosto, ha provocado en él.
«Partidarios de la enseñanza pública», equivale a «partidarios de la democracia». No importa hasta dónde cada uno logre avanzar en su concepción de democracia. Así se trate de un demócrata conservador que no busca cambios porque no espera cambios en un mundo «que siempre fue así, donde hubo siempre ricos y pobres, y por lo tanto siempre será así». No es simplemente esto lo que hoy está planteado en el Uruguay. Lo que se pelea es la supervivencia de la democracia misma como juego de relaciones sociales, con reglas estrictas de respeto a las libertades, los derechos, la seguridad del individuo, sus partidos políticos y organizaciones de toda clase, la soberanía, el bienestar, la cultura, la real fraternidad. Sobre esta plataforma cada uno procure que su concepción triunfe.

PUEBLO Y MAGISTERIO
Si uno recorre aula por aula el país entero como nosotros sabemos hacerlo, va a concluir en una afirmación tajante: entre los educadores uruguayos no hay fascistas. Son demócratas en el cabal sentido de la palabra. No cabe aquí el racismo, no caben trabas a la relación democrática más ortodoxa, no hay enemigos del género humano, no hay partidarios de los hornos de cremación de ayer ni del atentado, el asesinato y las torturas de hoy, no hay enemigos del libro o la cultura. Y sí mucho amor al niño y al adolescente ajeno, porque hay mucho amor y un serio respeto al pueblo.
Es que también el pueblo está en este partido de la enseñanza. Este partido de acción que levanta techos y paredes y surte comedores, roperos y bibliotecas. Como el pueblo es democrático, como es quien sostiene el andamiaje, como es antifascista militante de todas las horas, es, consecuentemente, partidario de la enseñanza popular.
De esta liga ha surgido una educación considerada universalmente entre las mejores. Sus maestros, perseguidos por los enemigos internos de la enseñanza nacional, calumniados, desplazados, con sus experiencias destrozadas por la ignorancia oficial, son honrados mundialmente, llamados a enseñar a maestros, y pedagogos ilustres los distinguen. Los nombres de Jesualdo, Brayer, Soler, Castro, Prada, Isnardi, para no citar sino a los que son más de esta Casa, son nombres continentales y en algún caso, mundiales. Y sus discípulos, con la modestia de sus maestros siguen laborando como el labrador de Machado.
lo Que calló el ministerio
De ahí el odio creciente de la reacción contra esta inexpugnabilidad científica y moral. Y más aún, cuando a la luz y el imperativo de la revolución técnico-científica del siglo XX -como en la revolución industrial del siglo XIX-; ante la experiencia de los pueblos abriéndose paso hacia su liberación irresistible -en el siglo XX, como en las revoluciones sociales y nacionales del siglo XIX-; cuando el progreso en conocimiento y métodos y la derrota del prejuicio dan en el Uruguay de hoy un impulso extraordinario a la nueva matemática, a la nueva historia, a la nueva geografía, a la nueva gramática, a la nueva sicología... a la verdad; a la nueva moral que le impide al educador bajo la mirada vigilante del joven alumno, no sólo mentir sino callar; que le exige el acuerdo estricto entre teoría y praxis. Y más odio a la cultura cuando la vida nueva, irresistible, mete los vientos de la calle en las aulas antes tan asépticas. Entonces la reacción fascista prepara su conspiración sin medida, con la cruel decisión con que sangra a un hombre, a cada hombre, a cada familia, cada día, para extraer ganancia y poder.
Si algo puede caracterizar la enseñanza uruguaya del presente, no ha de ser sin embargo, lo señalado, que la iguala a toda la enseñanza de los diferentes regímenes capitalistas. Lo que la caracteriza -y es lo permanente-, es su consecuente trayectoria de 100 años favorecida por 70 años sin guerras intestinas y por un nivel aceptable de vida considerando el Continente. Es decir, que la sociedad democrática uruguaya, ayudando al desarrollo de la enseñanza popular, hizo que esta realidad interna de hoy correspondiera exactamente, de raíz, al espíritu vareliano que sigue combatiendo contra los herederos de sus detractores, los que apenas querían para los muchachos del pueblo, cuando Várela exigía entregarles toda la cultura de la época, que aprendieran solo a leer, escribir, contar, rezar y... obedecer. Esto sí, esta consecuencia creciente, tangente, flecha al futuro, puede caracterizar nuestra enseñanza.
Si el 25 de Agosto de 1972, hubiéramos sido ministros de cultura, esto hubiéramos dicho a nuestro pueblo. Con verdadero orgullo. El Ministro lo calló a cal y canto. No lo conocemos, no lo calificamos. Aunque consideramos que nos agravió como educadores, que agravió a la enseñanza nacional.
Y que no dijo la verdad. Toda la verdad. Y nada más que la verdad.
DE LO VARELIANO A LO OLIGÁRQUICO: REFORMA SECRETA
Si en cambio, lo que afirmamos es verdad, y es verdad plena, ¿cómo un ministro de Estado cuya tarea es la de preservar y de impulsar la cultura puede calificar la gran herencia y la realización diaria de la enseñanza uruguaya como bastardeada? ¿No percibe el enorme agravio que infiere a todo el cuerpo enseñante de la República?
Cuando se expresa tal cosa para promover la necesidad de una reforma educativa secreta, algo huele mal en Dinamarca. Y por eso el Ministro en su discurso del 25 de Agosto a que nos referimos, cae en un desliz inaceptable, inseguro quizá, quizá temeroso de decir toda la verdad sobre la verdadera esencia de la reforma secreta que prepara: censura el atraso didáctico de la enseñanza uruguaya, aquello justamente en que la enseñanza uruguaya brilla con justicia, y lo resuelve con un cambio de estructuras sin anunciar lo que debería decir y calla significativamente, el contenido de tales estructuras, la naturaleza de las mismas.
Y otra cuestión a agregar: el acto de sustraer de los organismos naturales de discusión el problema de la reforma educativa: de las instituciones y sus claustros; de sus asambleas creadas por ley, de las organizaciones de educadores, de las organizaciones de trabajadores, cuando toda gran reforma democrática de la educación en todos los tiempos, se apoya en tales pasos como condición y definición de su real naturaleza. Si esa reforma esquiva a los «productores» de cultura y a los «destinatarios» de la misma, ¿cómo la ve usted, lector, desde el punto de vista del pueblo?
De semejante método, nadie puede esperar algo esencialmente diferente del Cosupén1, de la línea persecutoria, desmanteladora, inepta, de los consejos interventores de Secundaria y Universidad del Trabajo, y de la política educativa pregonada por los mentores del fascismo desde «La Mañana» y «El País» a «Azul y Blanco» y la JUP2.
La reforma de la educación de un país de tradición tan encumbrada en materia de democracia y de cultura, no es una chica cosa. Por eso era un deber del Sr. Ministro hablar con claridad meridiana sobre los reales términos de la reforma. Esto debió decir: desde el mismo momento en que el gobierno pasó a manos de la más estrecha oligarquía y a la más estricta dependencia del FMI, era preciso cambiar los contenidos de la educación nacional. Pasar de lo vareliano a lo oligárquico. Regresar. Para ello, se comenzó la tarea de ablandamiento en un bombardeo diario contra la enseñanza y los educadores. Comprendan, debió agregar:

A CONTRAFLECHA
Si la Universidad hubiera dicho sí a los grandes negociados y la ilegalidad, a la lesión de la soberanía, a una orientación económica de pobreza extrema para los más que comenzaba por no pagar dejando caer servicios públicos como el Clínicas; y si hubiera dicho sí y se hubiera sometido a la represión que era la inmediata consecuencia de lo anterior; si los educadores y funcionarios de la Universidad del Trabajo hubieran dicho sí al BID y a sus ya famosos lineamientos de reestructura; si los de Secundaria hubieran dicho sí a la expulsión de sus colegas en vez de correr en solidaridad y lucha por su reintegro a los cargos, sí a las multas y los sueldos impagos; si los maestros y funcionarios de Primaria hubieran dicho sí a los descuentos ilegales, a los atrasos en los sueldos, a los salarios de miseria, a la liquidación de los comedores del pueblo. Si todo esto hubiera sucedido en lugar de ir todos juntos a integrarse en la Convención Nacional de Trabajadores para pelear por los intereses generales del pueblo; y por último, si el pueblo, y sobre todo si la juventud, en vez de protestar, organizarse, luchar, desfilar tras los ataúdes de sus muertos3 hubiera salido a la calle a aplaudir la política de la regresión, nadie hubiera hablado de reforma de la educación. Pero también, liberal al fin, el Ministro debió hacer su autocrítica y la de la clase que él ampara:
TÁCTICA: denigración —calumnia —intervención —fascismo —crimen
Ninguna protesta, ninguna resistencia, ninguna lucha hubiera tenido asidero, andando el Gobierno por los caminos de las libertades y la justicia.
Se quiso someter la enseñanza compartimentando los métodos de ataque, escalonando las acciones, provocando situaciones para irritar y hacer salir de su conducta medida a los grupos más propicios para una reacción instintiva. Y hubo un denominador común: no pagar. Hundir en la miseria toda la enseñanza incumpliendo las leyes votadas, para ofrecer una imagen de ruina de la enseñanza pública arrojando la culpa sobre los educadores. Como esto no podía pasar, se quiso imponer a sangre y fuego -y no es esto una imagen literaria-, los consejos interventores con apoyo logístico de los grupos fascistas que protagonizaron el revelador ataque al Liceo de Colón encabezado por un comisario de policía. Por eso en la nueva era, cuando el Consejo Interino de Secundaria4 busca -¿qué otra cosa podía buscar un consejo de enseñanza?- normalizar las situaciones por vía de la educación y la convicción, lanzan a la calle nuevas organizaciones con los viejos «lumpen» conocidos hasta por sus apodos, que ocupan los liceos, los destruyen, pintan cruces gamadas y haces de flechas de Falange, y atacan a niños de 11 a 16 años a balazos y cadenazos ante la tolerancia de la policía.
El 14 de agosto, el estudiante Nelson Rodríguez es asesinado a balazos por una banda fascista -autodenominada fascista- en el interior del liceo Nº 8. Unos 40 atacantes, incluso muchos adultos no estudiantes, que irrumpen de esa manera en una pacífica reunión de profesores, padres y estudiantes. Inexplicablemente, jamás y en ningún caso son capturados y castigados los responsables de hechos así. Este crimen increíble en la ciudad de Montevideo, es la culminación de todo un período de calumnias, mentiras, amenazas de muerte, atentados con bombas de plástico contra profesores, encarcelamiento y tortura de inocentes, y una campaña oficial realizada de modo que cuando un profesor, un maestro, un médico caen prisioneros acusados de «tupamaros» aparezca como responsable todo el cuerpo docente de la República, todos los universitarios del país. Guerra sicológica.
Paralelamente, por diversos canales propagandísticos, se intenta crear en la opinión pública la idea de que todos los maestros y profesores ejercen sobre los hijos del pueblo un proselitismo permanente, destruyendo el principio de laicidad. Sobre este caballo jinetean los portavoces del fascismo a quienes algunos ejemplares del liberalismo hacen pie en una situación que sinceramente no logramos entender y no queremos calificar. Que lo haga el devenir histórico, que lo haga la propia experiencia del fascismo y el nazismo padecida trágicamente por los políticos de entonces, que conciliaron con el crimen más grande de la humanidad.

PROSELITISMO DEMOCRÁTICO O PROSELITISMO REACCIONARIO
Es de conocimiento universal, que cualquier acto proselitista de origen democrático, o presuntamente proselitista -hoy puede ser proselitismo leer en clase los artículos de la Constitución que se refieren a derechos individuales, separación de poderes, atribuciones del Poder Judicial (o del Ejecutivo)- ha sido hasta ahora automáticamente sancionado, muchas veces con apresuramiento e injusticia, Y que a diario asistimos en aulas desaprensivas, en cátedras abiertamente parciales, a un proselitismo desplegado en favor del imperialismo, al panegírico de la OEA, a una exposición sin crítica de la realidad nacional, que es grueso proselitismo también.
Por esto, y por todo lo que el espacio nos impide desarrollar -como el comentario de la famosa Ley de la Cultura- ya analizada por Martínez Moreno y por Rubén Yáñez con harta elocuencia, estos sí son elementos que pueden caracterizar, por específicos y raros en el país, este momento de la educación nacional. El momento de la escalada del fascismo respaldada por una coyuntura política signada por la ambición y la sed de ganancia, a cualquier costo.
Esta agresión, este asalto con fractura a la tradición uruguaya, cívica y cultural, robo que arranca de la mesa del pueblo a un mismo tiempo, el alimento material y el alimento espiritual, es lo que nosotros hubiéramos planteado, de ser ministros, con motivo de una reforma educativa profunda, asentada en un más profundo cambio de la base económica y social del Uruguay.
CONTRA­OFENSIVA «GATTOPARDISTA» FRENTE A LOS AVANCES DEMOCRATICOS
Siempre sostuvimos que la agresión fascista no constituye una ofensiva sino una contraofensiva. Contra el avance de la ciencia y la conciencia. Y sostenemos que la «reforma educativa» que se prepara, también, como dicen los colegas italianos, «gattopardista», es una contraofensiva. Desde el momento en que, al influjo del avance de la democracia en el mundo, a la luz de intentos de reforma científica y popular como el Plan Langevin-Wallon que publicaremos a título de contraste y ejemplo en nuestro Nº19, los educadores uruguayos están planteando desde el Congreso de Educadores de 1946 y a lo largo de estos 26 años, ininterrumpidamente, una reforma educativa realista y concreta que empiece por hacer que todos los uruguayos terminen satisfactoriamente el ciclo primario y tengan la oportunidad de hacer algo superior más adelante, cuando ahora la mitad del país no llega a 6º año de enseñanza primaria y una buena parte no termina 1er. año escolar.
Por cierto que no pedimos la misma reforma del Gobierno. Nosotros no queremos una reforma sólo de organización, que sirva para capacitar técnicamente en un trabajo que aumente las ganancias de las clases del privilegio y que aleje para siempre al ciudadano de su condición de ciudadano con efectivos deberes y derechos. No queremos una reforma en función de una «productividad» que termine por echar a la calle al personal sobrante. Que adiestre sin enseñar a pensar.
Estamos por una reforma educativa amplia y profunda; democrática y no regresiva ni represiva, rigurosamente científica. Apta para la sociedad de hoy en que el avance técnico-científico exige dominio especial del conocimiento nuevo, nuevos métodos, pero no para producir un técnico, lo hemos dicho y repetido, «descorticado», sino un nuevo tipo humano en una sociedad que lo ayude a crecer. Una educación para una sociedad más justa, que influya en su transformación y se eleve a sí misma con la formación de esa sociedad.

SOLAMENTE CONTENIDOS DEMOCRATICOS
Esta reforma educativa deberá comenzar justamente por lo que el gobierno niega: reafirmación de la centenaria tradición vareliana, sólida provisión de recursos que permita de verdad trabajar y no establecer disposiciones declarativas que como las de obligatoriedad no se pueden cumplir. Una reforma con locales, comedores, ropa y libros. Un educador suficientemente pagado.
Los contenidos de esta reforma serán obligatoriamente democráticos. El ciudadano más revolucionario, el partido político más avanzado reclama para el Uruguay de hoy no un estado socialista aunque se lo plantee en la perspectiva de su lucha como objetivo concreto. El Uruguay se encamina -y esto es también irreversible para todos-, hacia una democracia progresista y pluriclasista. Una sociedad tal no puede imponer una filosofía particular, porque ella misma no puede ser impuesta: surgirá solo del consenso expreso de la inmensa mayoría de su pueblo. Se irá sin duda a un estudio científico, crítico, de la realidad, viendo en el alumno, niño, adolescente, adulto, un gestor, un consciente integrante de la sociedad con derecho a decidir y no, a decir de Fierro, que «sólo sirva pa’ votar».
Por qué caminos políticos, por qué filosofía se andará, no es tarea de la enseñanza decidirlo sino del debate de los partidos y escuelas, de la lucha de sus organizaciones en defensa de sus ideales que a nadie le podrán ser impedidos. En la escuela solo se procurará la independencia de discernir y decidir, la formación de hombres que no sean arriados.
Insistimos en que estamos en medio de un proceso de transformación general de la sociedad. El pueblo esto lo está entendiendo y no es sencillo engañarlo con promesas educativas demagógicas o tramposas. Por experiencia propia sabe que gente con hambre no aprende. Y que pueblo sin perspectivas colectivas o individuales carece de interés y estímulo para el estudio.
Pero no hay que subestimar el poder fabuloso de medios de comunicación y guiones televisivos, radiales o hasta editoriales de prensa elaborados por especialistas del engaño, por vendedores de refrescos, por los inventores de «slogans» como «Yo estoy con el Uruguay, ¿y usted?», el mismo, que luce en toda A. L. «Yo estoy con Bolivia...» o «Yo estoy con Brasil... ¿y usted?», con el sello «Made in USA» al dorso.

LAICISMO Y AMPLITUD PARA AVANZAR
Aunque seamos los más fuertes y porque lo somos. Y esto, a condición de organizarse bien, de explicar bien, de ser amplios hasta la desmedida, con la misma vastedad de la empresa que queremos realizar.
No basta ser laicistas y creer en el poder de la enseñanza popular, que es cierto, es una fortaleza. Hay que combatir bien. Reforma contra reforma. Reforma progresiva contra regresión y fascismo.
La hora es grave, decíamos, amenazante. Pero no dijimos fatal. Dijimos, no esperar. Plantear el programa educativo del pueblo y avanzar ya, con la gente, para que ella decida: Tenemos una confianza ciega en nuestras fuerzas, en la universal inteligencia de la masa.
Selmar Balbi

NOTAS
1 Primer intento de terminar con la autonomía de los Consejos de Educación, con la representación de los docentes en Secundaria y UTU, y de crear un órgano centralizado dependiente del P.E. Su sigla era COSUPEN. El proyecto no prosperó debido a la resistencia de los gremios docentes. En 1970 se produjo la intervención de los Consejos de Secundaria y UTU, a lo que alude posteriormente. N.de E.
2 Juventud Uruguaya de Pie. N. de E.
3 Líber Arce, Susana Pintos y Hugo de los Santos. N. de E.
4 Ante la derrota de la intervención en Secundaria el Parlamento designó un Consejo Interino, que supuestamente sería de transición. La normalización institucional nunca se realizó por la aprobación de la ley 14.101.