EL PLAN MARSHALLTEZUMA
¿ Y SI EL NORTE LE DEVOLVIERA AL SUR?
El siguiente texto, que ilustra en forma irónica el sistemático empobrecimiento de los países del Sur por parte de los países del Norte, es un extracto de la ponencia presentada por Patricia Garcé en el coloquio “La política social y los derechos económicos, sociales y culturales en los 90. Balance y perspectivas”, celebrado en Bogotá del 6 al 8 de octubre, quien participó en representación de Control Ciudadano/Social Watch.
Yo Cuaicaipuro Cuautémoc*, soy un descendiente de los que colonizaron América hace 40.000 años y tengo cuentas que ajustar con esos europeos que reivindican habernos “descubierto” hace 500 años. ¿Por qué es que sus bancos y prestamistas me piden que pague por deudas que yo nunca autoricé que se me vendieran en primer lugar? Me dicen que todas las deudas deben pagarse con intereses, aún cuando eso signifique la venta de seres humanos y a veces incluso de países enteros sin su consentimiento.
Pero yo también tengo pagos que reclamar. Y, también, puedo exigir intereses. La evidencia se encuentra en los archivos donde, documentos tras documento, recibo tras recibo, firma tras firma, muestra que de 1503 al 1660, 185.000 kilos de oro y 16 millones de kilos de plata fueron embarcados desde América.
Pero yo más bien consideraría esos miles de kilos de oro y plata como primero de varios préstamos amistosos concedidos por los nativos americanos para el desarrollo de Europa. Lo contrario presupondría crímenes de guerra que requerirían su devolución inmediata y también compensaciones por daños y perjuicios. Yo prefiero creer en la menos ofensiva de las hipótesis. Esas fabulosas exportaciones de capital eran nada menos que un Plan Marshalltezuma para garantizar la reconstrucción de una Europa barbárica, arruinada por deplorables guerras contra el enemigo musulmán.
¿Qué habéis hecho, hermanos europeos, con los recursos tan generosos adelantados por el Fondo Internacional Indo-americano? Estratégicamente, lo habéis malgastado en guerras, armadas invencibles, Tercer Reich, y otras formas de exterminación mutua, sólo para terminar siendo ocupados por las tropas yanquis de la OTAN. Como Panamá, pero sin un canal. Financieramente, habéis sido capaces –incluso después de una moratoria de 500 años – de devolver el capital con los intereses o de independizarlos de las materias primas y la energía barata importada del Tercer Mundo.
Este panorama lastimoso corrobora afirmación del economista norteamericano Milton Friedman que una economía subvencionada nunca puede funcionar correctamente. Y nos compele a exigir – para vuestro propio bien – el reembolso del capital y los intereses que tan generosamente hemos demorado en reclamar durante todos estos siglos.
No obstante, queremos dejar en claro que nos abstendremos de cobrar a nuestros hermanos europeos las despreciables tasa flotantes del 20 o incluso 30 por ciento que ellos cobran a los países del Tercer Mundo. Sólo exigiremos la devolución de todos los metales preciosos, más una modesta tasa de interés fijo del 10 por ciento anual acumulada durante 500 años. Sobre esta base, queremos informar a nuestros descubridores que nos deben, como u primer pago contra la deuda, sólo 185.000 kilos de oro y 16 millones de kilos de plata. Y a esta suma, claro, debemos agregar la invención europea del interés compuesto.
¡ Qué montones enormes de oro y plata! ¿Cuánta sangre humana pesaría lo mismo? Decir que en medio milenio Europa no ha podido producir la riqueza suficiente para devolver este modesto interés es admitir el fracaso total del capitalismo.
Cuaicaipuro Cuautémoc, un líder indígena mexicano que viajó a Europa en 1992 para la conmemoración del 500 aniversario del “descubrimiento “ de América, calcula que el oro y la plata que Europa pidió prestados del Fondo Internacional Indo-Americano después de las Cruzadas, no tienen casi diferencia con los dólares que Europa pidió prestados de América del Norte a través del Plan Marshall al final de la Segunda Guerra Mundial, y los plazos para su devolución han vencido hace mucho tiempo.
Artículo publicado en la Revista del Sur N° 98 Diciembre 1999