Pablo Castaño
3 de Octubre de 2018
Un cabo para la izquierda y el progresismo latinoamericano, para desencantados y escépticos. SI, SE PUEDE. El nuevo laborismo inglés:
“[Vamos a construir] una economía que utilice la tecnología para proteger el medio ambiente, para crear empleos pero también para compartir la riqueza en la sociedad en vez de concentrarla en las manos de unos pocos”.
“Las nacionalizaciones no serán una vuelta al pasado, no queremos quitarle el poder a unos directores sin rostro para entregárselo a una oficina de Whitehall, cambiar un gestor lejano por otro”
“La austeridad hizo pagar la crisis financiera a los más pobres y vulnerables. El Partido Laborista va a cambiar esto. Por eso encontramos tanta resistencia, dentro y fuera del partido”. Con estas palabras comenzó Jeremy Corbyn su intervención en The World Transformed, el festival político organizado en Liverpool, entre el 22 y el 25 de septiembre, por el movimiento corbynista Momentum, en paralelo al congreso anual del Partido Laborista.
El Jeremy Corbyn que vimos en Liverpool es una mezcla entre una vieja gloria del rock y un político veterano y sensato al que imaginas fácilmente al frente de un gobierno. El lado rockero queda claro cada vez que se sube a un escenario, recibido por el cántico que ya se ha convertido en el himno oficioso del Partido Laborista británico: “Oooh Jeremy Coooorbyn...”. Y la vertiente estadista aparece en cuanto se apagan los últimos aplausos y el sexagenario diputado toma la palabra. Erguido e inmóvil en el centro del escenario, el activista de mil causas desgrana su programa con una energía y una convicción apabullantes: “[Vamos a construir] una economía que utilice la tecnología para proteger el medio ambiente, para crear empleos pero también para compartir la riqueza en la sociedad en vez de concentrarla en las manos de unos pocos”.
La claridad de sus propuestas y una especie de anticarisma mezclado con una evidente sinceridad han sido claves en las hazañas electorales que ha protagonizado Jeremy Corbyn en los últimos años. En 2015 era un diputado raso, respetado en su circunscripción del norte de Londres y adorado por los numerosos movimientos sociales a los que apoyaba, pero desconocido para el gran público y despreciado por el establishment blairista del partido. Corbyn concurrió a las primarias con el objetivo de que hubiera una voz de izquierdas que desafiara el consenso neoliberal entonces dominante en la cúpula laborista. En ese momento, ganar no parecía una posibilidad. Pero empezó a suceder algo extraño: los mítines del viejo militante pacifista se llenaban cada vez más, las redes sociales empezaron a arder y decenas de miles de personas se unieron al Labour para votar por él. Acabó ganando con casi el 60% de los votos, una inesperada victoria que fue descrita como el vuelco más profundo en la política británica desde la Segunda Guerra Mundial. No fue el último.
Un año después, Corbyn tuvo que hacer frente al desafío de la derecha del partido y volvió a ganar, aún con más apoyo. En 2016, el año del referéndum sobre el Brexit, la cada vez más numerosa militancia laborista seguía enamorada de Corbyn, pero el partido estaba hundido en las encuestas, mientras que la primera ministra Theresa May seducía al electorado con su retórica desafiante hacia la Unión Europea. Las cosas le iban tan bien a May que decidió convocar elecciones anticipadas para junio de 2017, segura de que ampliaría su mayoría. Había subestimado la fuerza de la corbynmanía.
Con el eslogan populista “For the many, not the few” (“Para la mayoría, no para unos pocos”), el Partido Laborista consiguió una remontada electoral sin precedentes: empezó la campaña con 18 puntos de desventaja respecto a los conservadores y acabó a menos de tres. Como relatamos en CTXT, la filtración del programa económico diseñado por el ministro de Economía en la sombra y mano derecha de Corbyn, John McDonnell, fue clave en la remontada. May perdió la mayoría absoluta y, desde entonces, su Gobierno depende del ultraconservador Partido Unionista Democrático, de Irlanda del Norte.
El optimismo de los laboristas
“La última vez el resultado fue mejor de lo que preveía mucha gente” –relata Stephen, uno de los voluntarios que han participado en la organización de The World Transformed– “creo que si hubiese elecciones pronto, el resultado será otra vez mejor de lo esperado. Hay muchas posibilidades de que lleguemos al poder”, afirma convencido. El último año ha sido muy complicado para el gobierno pero también para el Labour. May ha tenido que hacer frente a las divisiones de los tories sobre el Brexit y no ha conseguido desatascar las negociaciones con la Unión Europea, pero Corbyn se ha enfrentado a su propio calvario: una amplia campaña de desprestigio que lo acusaba de antisemitismo, basada en las afirmaciones racistas de algunos militantes de su partido (que fueron expulsados).
El Brexit también supone un enorme quebradero de cabeza para los laboristas. “Es un tema tremendamente aburrido, a la vez que muy complicado e importante”, lamenta una joven corbynista que ha venido a Liverpool para asistir al festival, en medio de una acalorada discusión sobre cuál debe ser la posición de la izquierda del Labour sobre el Brexit. Un tercio de los votantes laboristas apoyó el Brexit, pero el resto votó por la permanencia de Reino Unido en la Unión Europea, lo que ha llevado a Corbyn a decantarse por una postura ambigua sobre el tema.
Además, numerosos analistas consideran que gran parte del programa económico de Corbyn (que incluye nacionalizaciones e intervenciones masivas del Estado en la economía) es incompatible con las normas europeas sobre competencia, por lo que si Reino Unido permanece en el mercado único europeo, será imposible aplicarlo. Por otro lado, defender la repetición del referéndum sería percibido como un desprecio de la voluntad popular. A la espera del acuerdo (o ausencia de él) entre el Gobierno de May y la UE, el congreso laborista de Liverpool ha decidido no decidir: en su momento se considerarán “todas las opciones que están sobre la mesa”, dice la resolución aprobada.
El Brexit no ha sido la única cuestión tratada en The World Transformed: el festival de Momentum ha reunido a más de 6.000 participantes y cientos de intervinientes de 25 países. Políticos laboristas y de partidos aliados, periodistas, académicos y activistas se han dado cita en Liverpool para debatir sobre temas como cambio climático, Estado de bienestar, estrategias de movilización y alianzas con otros movimientos y partidos.
Jane es una de las asistentes. “Fui miembro del Labourdurante mucho tiempo pero me fui cuando Blair subió las tasas universitarias y volví cuando ganó Corbyn”, explica. “Este tipo de eventos es importante por dos razones. Primero, aprendes mucho. Además, hablas con gente de todo el mundo. Hablas con gente en las colas o alguien que está sentado a tu lado… ¡En Reino Unido eso no se hace mucho!”, dice entre risas.
Cambiar el partido desde dentro
Formar a la militancia no es el único objetivo de Momentum. La organización, creada después de la elección de Corbyn en 2015, nació para apoyar al nuevo líder laborista frente a los ataques de la prensa y de la vieja guardia blairista. Uno de las principales batallas de Momentum, que cuenta con más de 40.000 miembros y una admirable capacidad de movilización, es conseguir que los militantes laboristas puedan elegir directamente a sus candidatos a las elecciones (ahora son seleccionados por un complicado sistema de compromisarios). Esta reforma debilitaría al grupo parlamentario, que sigue siendo el principal foco de resistencia interno al giro a la izquierda promovido por Corbyn, y reforzaría el poder de la militancia, mayoritariamente corbynista.
Momentum ha reunido más de 50.000 firmas para impulsar la selección directa por parte de la militancia de los candidatos a diputados, pero el congreso del partido lo ha rechazado. “Aunque no conseguimos todo lo esperado”, explica la portavoz Natasha Josette, “está claro que no hay vuelta atrás a la época en la que las bases de partido eran ignoradas. Momentum seguirá presionando para conseguir la selección directa y y para apoyar al Partido Laborista en la construcción de un Reino Unido más justo y democrático”.
El nuevo Reino Unido con el que sueñan Jeremy Corbyn y los suyos cada vez tiene contornos más precisos. El dúo Corbyn-McDonnell ha aprovechado el congreso de Liverpool para anunciar nuevas propuestas, saliendo al paso de quienes los acusan de querer volver a las recetas de la vieja socialdemocracia. “Las nacionalizaciones no serán una vuelta al pasado”, ha precisado McDonnell, “no queremos quitarle el poder a unos directores sin rostro para entregárselo a una oficina de Whitehall, cambiar un gestor lejano por otro”. En su lugar, trabajadores, usuarios y autoridades locales gestionarán los servicios públicos nacionalizados. Además, el ministro de Economía en la sombra ha anunciado que, si el Labour llega al gobierno, las grandes empresas deberán reservar un tercio de los asientos en sus cosejos de administración al personal y se creará un fondo social financiado con dividendos para financiar servicios públicos y subir salarios.
Llegó a la cabeza de su partido por sorpresa hae solo tres años, pero Jeremy Corbyn parece convencido de que será el próximo primer ministro de Reino Unido. Solo espera una cosa: que las negociaciones del Brexit hagan caer el Gobierno de Theresa May y la primera ministra se vea obligada a convocar elecciones anticipadas, otra vez. “Lleguen cuando lleguen las elecciones generales, estamos preparados”, afirmó McDonnell en Liverpool, “preparados para hacer campaña por la victoria, preparados para gobernar, preparados para construir el futuro. Y estaremos orgullosos de llamar a ese futuro socialismo”.
Autor Pablo Castaño
@pablocastano_