Al iniciar la edición de las obras de Rodney Arismendi, la
Fundación que lleva su nombre cumple con uno de sus fines principales, pues su
constitución respondió, esencialmente, al propósito de difundir su vasta
producción intelectual volcada en múltiples medios como libros, revistas
especializadas, periódicos, discursos parlamentarios, congresos y conferencias
de su partido, seminarios y conferencias internacionales, entre otros.
Discípulo intelectual de Lenin, asimiló cabalmente las
posibilidades extraordinarias del método dialéctico para caracterizar una época
histórica y las peculiaridades de las formaciones económico-sociales y
culturales de un continente, de una región o de un país, o incluso, la
concepción organizativa del partido revolucionario.
Gracias
a su análisis, sus aportes teóricos para el conocimiento de lo «real uruguayo»
permitió al nuevo enfoque político librarse de los vicios dogmáticos y
mecanicistas, propios de una comprensión infantil de la nueva filosofía y
ciencia social y crear las condiciones para una practica política nueva del pueblo
uruguayo apoyada en sus fuerzas motrices revolucionarias de diversa extracción
social e ideológica.
De
acuerdo a las enseñanzas de la dialéctica el objeto social, en un momento dado,
es el resultado del movimiento contradictorio, pero siempre en interacción, de
un complejo de fuerzas materiales y espirituales. La nacionalidad, en los
albores de la independencia, nació en las asambleas y campamentos artiguistas,
como «contrario» de las fuerzas hegemónicas de las burguesías criollas que
heredaron el poder colonial, y con un proyecto completo de organización social
y política, de base auténticamente popular.
Esta
contradicción entre lo popular y lo oligárquico, ha dominado toda la historia
uruguaya; en el transcurso de la misma, y con el aporte decisivo de la clase
obrera en este siglo, el pueblo fue ganando importantes conquistas en
educación, en leyes sociales, en la definición de un papel activo del Estado en
la economía hasta que este proceso de desarrollo se agudizó al llegar las
contradicciones a su máxima tensión a finales de los años 60.
La
investigación se entrelaza -no podía ser de otra manera- con la realidad de un
continente latinoamericano dependiente, por la determinante presencia
imperialista norteamericana y la configuración de una nueva realidad mundial
«bipolar», emergente de la Segunda Guerra Mundial y la constitución de un gran
sistema socialista euroasiático.
En
un proceso histórico universal único, la interacción de lo particular con lo
universal, de las fuerzas sociales progresistas en desarrollo, en cada lugar,
con otras fuerzas mundiales del mismo signo, lleva a Arismendi a prestarle gran
atención al estudio del balance mundial de fuerzas, con sus caracterizaciones
de clase y, principalmente, a la problemática latinoamericana, convencido de
que la unidad del continente, en la dirección del progreso social, es decisiva
para inclinar aquella balanza mundial de poder, en interés de nuestros pueblos.
La
lectura de la obra de Arismendi será, sin duda, una importante contribución
para comprender los problemas nacionales, latinoamericanos y mundiales en la
segunda mitad del siglo XX, tratados con riguroso criterio científico. Quizás
en este último aspecto esté su valor imperecedero.