Marx y los desafíos de la época
I
La vigencia del marxismo-leninismo
Querida
compañera Hanna, estimados representantes del Partido, de las
Universidades, de las ciencias, profesores y estudiantes:
La compañera
Hanna ha hecho muy difícil esta parte de mi tarea. Ella, destacada
científica, Rectora de esta prestigiosa Casa, pero sobre todo
revolucionaria comunista de toda la vida, me ha dicho palabras generosas,
que las comprendo dirigidas a mi pueblo y a mi Partido; estas tienen un
relieve particular y emocionante por pronunciarse en la República
Democrática Alemana, en esta Casa de teoría y práctica por ser formadora
de cuadros revolucionarios y por venir de una persona que merece cariño y
respeto como la compañera Hanna, cuya vida es una muestra característica
de las virtudes y el temple del comunista. Nuestra compañera es admirable
por la firmeza de su historia personal, pero también por el hecho de que
durante tantos años, en la hora de construir el socialismo en las tierras
de Carlos Marx, le han dado la conducción inteligente, aunque dicen que
con mano de hierro, de este prestigioso instituto.
Símbolo
de la amistad combatiente de nuestros pueblos
La República
Democrática Alemana y el Partido Socialista Unificado de Alemania han
querido honrarme, por segunda vez, con el título de Doctor Honoris Causa,
distinción que recibo con emoción y un poco de susto. En esta ocasión el
título es de una Escuela Superior, es decir de rango universitario, que se
llama Karl Marx y
que
es directamente del Partido. Si la altísima distinción de la Universidad
Karl Marx de Leipzig la sentí como una pesada responsabilidad, que
excedía en mucho los pocos méritos de mi larga vida, esta vez la recibo
como militante comunista, como un marxista de filas decía Lenin, ya que
esta Escuela es parte del gran frente teórico que Engels y Lenin afirmaban
que se combinaba con el frente económico y político, definiendo el trabajo
armónico de un partido revolucionario marxista.
Comprendo
perfectamente que al otorgarme tan valiosa distinción obran más allá de mi
persona dos motivaciones principales: una, que la recibo con alegría, la
voluntad de homenajear y estimular el combate heroico de nuestro pueblo
contra el fascismo y el imperialismo; de tender una mano cariñosa y
fraternal a nuestro Partido, a sus héroes de la tortura y la
clandestinidad, a sus mártires, a mis compañeros de Dirección, Jaime
Pérez, Massera, Altesor, Pietrarroia, Mazzarovich, León Lev, Rita Ibarburu
y otros, que han demostrado sus méritos de comunistas en hora de pruebas
mayores, venciendo la tortura y la cárcel, tuteándose con la muerte,
fieles a su condición de patriotas y revolucionarios. Y a mis compañeros
del exilio, a los cientos de miles de uruguayos, que distribuidos en
treinta países, militan de cara a Uruguay en los campos de la solidaridad
y la unidad y, más concretamente, en las filas de nuestro Partido. Pero,
en segundo término, creo que esta distinción quiere destacar especialmente
los lazos de amistad con el Partido Socialista Unificado de Alemania,
entre nuestros partidos, unificados en la posición común
marxista-leninista, y partes del gran proceso de transformación
revolucionaria del mundo. En verdad, nuestro Partido siente admiración y
solidaridad por el PSUA, continuador de la gran tradición socialista
alemana, del Partido Comunista que encabezara Thálman, de los luchadores
que vieron, derrotado el nazismo, la posibilidad de rescatar una gran
porción de la tierra alemana de la explotación capitalista para
transformarla en fuerte baluarte de la comunidad socialista. Admiramos el
trabajo del Partido, de su Dirección, de nuestro amigo el camarada
Honecker; admiramos los muchos méritos de este Partido en la construcción
del socialismo desarrollado, en la firmeza teórica y política que, a pesar
de lo que se atribuye al carácter alemán, se conjugan con la flexibilidad,
con la voluntad de unidad, en el amplio frente de lucha por la paz, la
democracia y la liberación nacional, como acaba de mostrarlo en su
representatividad mundial la reciente Conferencia en homenaje a Carlos
Marx. Pero yo admiro en especial, en este caso hablo personalmente, la
gran obra social e ideal, política e ideológica, para transformar la
historia de Alemania y sus hombres. Honecker, en su importante discurso,
recordaba que de Alemania habían partido las dos guerras mundiales y
afirmaba la función de paz en Europa y el mundo de la República
Democrática Alemana.
Ayer, en
coloquio con importantes científicos, en nuestra peregrinación al
Laboratorio de Einstein, yo recordaba que en el pasado se decía que
Alemania había tenido dos almas; una, la Alemania laboriosa y creativa, de
Münzer, incluso de Lutero, de Goethe, de Schiller, de Heine, de Thomas
Mann y Bertold Brecht, de Bach y Beethoven, de Durero y Cranach, de los
inquietos expresionistas o los pintores y grabadores inspirados por la
lucha obrera, de la filosofía clásica alemana, de Planck y Einstein, de
los grandes luchadores del siglo XIX socialista y democráticos. Esa
Alemania culmina y se supera a sí misma con Carlos Marx y Federico Engels,
que unen el destino de la ciencia, la cultura y el progreso social, con la
misión histórica de la clase obrera, con la teoría y la perspectiva del
socialismo científico o comunismo. Tenía sentido la frase de Engels, que
decía que el proletariado era el heredero de la filosofía clásica
alemana. Es decir, una Alemania que hoy se encuentra a sí misma,
victoriosa y espléndida, cuando el socialismo es obra de todos los días,
cuando se forja de las condiciones materiales de la nueva realidad, cuando
es transformador de la cultura y modificador del hombre mismo. Y la otra
Alemania, medieval, militarista, imperialista, que tuvo su última máscara
horrorosa en la figura de Hitler.
La RDA, surgida
de la guerra antifascista triunfadora, encabezada por la URSS, patria de
Lenin y de la primera Revolución Socialista, significó para Alemania el
triunfo del amor, de la libertad, del trabajo, del humanismo real de que
hablara Marx. No es casual, por tanto, el éxito de importancia histórica
de la desnazificación de las masas de la República Democrática Alemana.
Esta tarea no era fácil, mucho más después de una guerra tremenda en que
fue menester aplastar la poderosa máquina bélica de la Alemania hitlerista.
Mientras en la RFA, o en Estados Unidos, a veces en América del Sur por
manejo de la CIA, los criminales de guerra son protegidos y el nazismo
cultivado en macetas para que fructifiquen mañana, aquí se arrancó el
fascismo de raíz, eliminando sus causas sociales, su ideología
imperialista de odio y represión, como se extirpa una hierba maldita de la
cabeza y el corazón de la gente.
Confirmación
histórica del marxismo-leninismo
No ha sido un
hecho casual que en este Centenario de Marx haya transcurrido en Berlín
socialista la importante Conferencia en su homenaje. Sólo en la Alemania
socialista podía realizarse tal Conferencia. Alrededor de esa mesa, sin
cabecera, estaba el espejo de la época. Los representantes de los
partidos del mundo socialista que tras la huella de Lenin cambiaron la
historia, la expresión política de la disgregación del mundo colonial y de
las luchas liberadoras nacionales, los representantes de la Europa
avanzada, los exponentes de las fuerzas revolucionarias más amplias de
América Latina, desde la gloriosa Cuba, la nueva Nicaragua, la pequeña y
triunfal isla de Granada, los combatientes armados de América Central, de
El Salvador y Guatemala, los partidos que luchan en condiciones legales o
transitan en los subterráneos de la clandestinidad. Pero incluso otras
fuerzas, socialistas, democráticas, patrióticas. Casi todas ellas aliadas
de los comunistas en la transformación de América. Destaco en especial la
presencia de una notable columna de partidos socialistas de América
Latina. Mas allí también estaban, tímidamente, como un hecho nuevo de la
política mundial, algunos importantes partidos socialdemócratas de Europa,
quizá como preanuncio de las posibilidades de unidad y coincidencia de
sectores políticos muy amplios en la crucial tarea de salvar la humanidad
de la hecatombe nuclear.
Esta Conferencia
adquirió un indudable alcance histórico. El genio de Marx llena nuestra
época, anda en nuestra historia contemporánea, pero esta Conferencia, en
Berlín, más allá de que Marx y Engels hayan nacido en tierra alemana, solo
podría pensarse en una Alemania desnazificada. Reconstruida material y
moralmente, y alineada en las primeras filas del mundo de la paz,
la democracia, la independencia nacional y el socialismo.
La Conferencia
fue afirmación de la vigencia de Marx y del marxismo, de su teoría
y su método, confirmados en el plano teórico general porque han sido
verificadas por miles de millones de hombres de las revoluciones de
nuestro tiempo. Allí se exhibía la amplitud de Marx en tanto eje de la
cultura moderna, en tanto abanderado de toda la ciencia. Sobre todo allí
caminaba, del brazo de Engels y hablando con Lenin, el revolucionario
Carlos Marx. El de Manifiesto de 1848, el de El Capital,
monumento de la ciencia, del cual dijera Marx en carta a Becker que era el
más grande proyectil tirado a la cabeza de la burguesía.
Diciéndolo sin
un ápice de sectarismo, Marx es amplio universal porque es comunista. No
se puede ser comunista sin la amplitud de visión científica, sin la
amplitud de vivir con el pueblo, con las masas y con la clase obrera. Sin
el democratismo profundo e informal, sin la capacidad de diálogo con todas
las fuerzas políticas, como hacía Marx en la Primera Internacional. Y
sin, al mismo tiempo, tener una firmeza asentada en principios. Es decir,
ser comunista. ¡Ser marxista! ¡Ser leninista!
Esta afirmación
hay que proclamarla orgullosamente cuando hay quienes trafican acerca de
una presunta crisis del marxismo.
Es verdad, que
en distintas etapas ciertas conclusiones a que llegaron sectores del
movimiento o el movimiento mismo entraron en crisis. El revisionismo y la
ortodoxia entraron en crisis en la hora de la guerra y la revolución.
También en nuestra historia gloriosa que ha cambiado al mundo, los
comunistas cometimos errores. Cometimos errores por insuficiencias en la
comprensión del marxismo y el leninismo, o por no haber asimilado -como
decía Lenin- la verdadera experiencia de la Revolución Rusa.
Especialmente,
incurrimos en errores dogmáticos y sectarios. También, en ciertos casos,
en nuestro movimiento se han producido divisiones, incluso han ocurrido
grandes tragedias. Pero ¿está en crisis la teoría social que Marx
pretendía fuera capaz de transformar el mundo? ¿Es que no fue capaz de
hacerlo? El marxismo es vivo y creador, florece en todas las mutaciones
de nuestro tiempo, conduce a la lucha en todos los continentes. Asiste al
parto de todas las revoluciones. Por ello está vivo y actuante. Si Marx
hubiera elaborado un sistema perfecto, y el curso de la historia hubiera
transitado por otros caminos, como río de la vida que rompe las
cristalizaciones dogmáticas, el marxismo estaría en crisis.
La teoría de
Marx, continuada por Lenin, abarca las dimensiones de nuestra época.
Preside la planificación socialista. Asiste metodológicamente al
científico de todas las ramas. Da altura política a la lucha de clase del
proletariado, o llama a la emancipación en los tambores de las tribus
africanas, en el comienzo de renacimiento de las milenarias civilizaciones
asiáticas, o en los mil rostros de la segunda independencia de América
Latina.
En todas las
latitudes Marx encabeza el cambio mundial. Con él anda Lenin, el
continuador, el genio político que restauró y desarrolló el marxismo, y
pensó y transformó en praxis la revolución socialista internacional. En
esta relación teórica y práctica, de ciencia y vida, la historia anudó
lazos definitivos e irrompibles entre Marx, Engels y Lenin. Cuando se
dice que hoy no puede haber marxismo sin leninismo, no se plantea una
falsa polémica. No es una afirmación sectaria ni un resabio nostálgico de
antiguos militantes de la Internacional Comunista. Comprender hoy el
marxismo es asimilar teórica y metodológicamente todo lo esencial y
permanente del pensamiento de Marx y Engels, a lo que se suma la
experiencia de más de un siglo de compleja y borrascosa lucha de la clase
obrera y los pueblos. En esta historia, centralizada por el protagonismo
del proletariado, se destaca copo una cordillera vertebral la obra y la
acción de Lenin. 'Por su desarrollo teórico del marxismo en el período
del imperialismo y las revoluciones socialistas, y por la victoria de
octubre de 1917, pórtico de nuestra época.
Lenin defendió
y restauró las tesis fundamentales de Marx, lo que el mismo Lenin llamara
piedras angulares del marxismo. Lenin confirma a Marx, pero lo hace de la
única manera en que se puede ser marxista, es decir ajeno a toda
dogmatización, consciente de que nuestra teoría no es un dogma, sino un
guía para la acción. Lenin concreta el marxismo, atento a las nuevas
realidades, en su esencia, como una teoría viva, crítica y
revolucionaria. Cambia así las direcciones de la historia.
Lenin realiza la
revolución en Rusia, cuando -como se sabe- Marx y Engels pensaron que esta
comenzaría en Europa, en los países capitalistas más desarrollados y casi
simultáneamente. Sin embargo, la Revolución Rusa fue en sí misma la más
clamorosa comprobación de la teoría y el método de Marx. Dijo bien Rosa
Luxemburgo al asistir a la fundación del Partido Comunista de Alemania:
¡estamos otra vez bajo la bandera de Marx!
Lenin entronca
directamente con Marx y Engels. Gramsci decía en su elogio a Lenin que
este había triunfado sobre las dos grandes revisiones del marxismo, el
revisionismo y la ortodoxia.
El revisionismo
-que es el autor intelectual de muchas modas reformistas, que se pretenden
actuales -subdividía las "partes" del marxismo, le acoplaba otras
filosofías, otras teorías económicas, se adaptaba en política al
capitalismo y sustituía el objetivo de la revolución por la prédica de
determinadas reformas.
La ortodoxia,
que invocaba a Marx directamente -Lenin decía que Kautsky albergaba en la
cabeza un casillero donde tenía clasificadas todas las citas de Marx- se
apartaba de la dialéctica y el materialismo histórico, para caer en el
determinismo económico; la acción revolucionaria obrera y la
función del Partido se reducía al juego mecánico del condicionamiento
económico. Desaparecía así toda la dialéctica de estructura y
superestructura. La lucha de clase dejaba su papel de motor de la
historia. El papel del hombre y del Partido se volvían quantité
négligeable, Llegaba a la aberrante conclusión que por el atraso de
las fuerzas productivas no podía haber revolución en el mundo colonial,
semicolonial, dependiente, sin que antes hubiera revoluciones socialistas
en Europa. La inversión imperialista se volvía así fuente de progreso,
incluso los ejércitos imperialistas eran ungidos como civilizadores de
África, Asia y América Latina.
Lenin devuelve
al marxismo su contenido dialéctico, el papel transformador del hombre, el
carácter crítico y revolucionario de la teoría, el elevado papel de la
política concretada en lucha por la hegemonía de la clase obrera en todas
las revoluciones y la combinación de hegemonía y sistemas de
alianzas bajo la dirección del Partido en la época del imperialismo.
Estudiando la singularidad del desarrollo capitalista tardío de Rusia,
Len-in elabora la teoría de la revolución en ese país. Acuña después la
teoría de la revolución socialista internacional, a partir del estudio de
la fase imperialista del capitalismo, como combinación del socialismo y
toda la lucha antimperialista mundial. Todos los cauces de la lucha
revolucionaria en el mundo, democráticos, agrarios, anticolonialistas,
confluyen y se integran en la revolución socialista. Es lo que pasó a
partir de la revolución en Rusia. Son sesenta y tantos años de
experiencia revolucionaria, de edificación socialista, de revoluciones del
mundo colonial y dependiente, de eslabonamiento de la brega democrática y
antimonopolista con el combate histórico de la clase obrera. El leninismo
es así, parte, en un solo cuerpo orgánico, del marxismo. Allí se destaca
la firmeza de principios, pero Marx y Lenin no enseñan fórmulas, no
preparan recetas, ni estatuyen dogmas. Se trata de abarcar la revolución
de nuestro tiempo en su variedad infinita, mucho más en una época en que
el socialismo se inserta, como factor determinante de las tendencias
fundamentales del proceso histórico.
Vivimos en un
mundo complejo, un mundo presidido por el cambio socialista, de
liquidación del mundo colonial, de revoluciones en las más variadas
formas, a veces hasta disfrazadas con máscaras religiosas. Al mismo
tiempo, asistimos a la más grande revolución científica y técnica. Pero
en este mundo, donde el hombre ha invadido el Cosmos y desintegrado el
átomo, la mayoría de la humanidad carece de pan, de techo, de asistencia
médica y promoción cultural. Y el imperialismo amenaza transformar el
desarrollo de las fuerzas productivas, y el apogeo de la ciencia y la
técnica, en la hecatombe nuclear. Nunca como hoy resulta tan evidente el
papel humanista y político, de expansión democrática, pacifista,
progresista, del socialismo real. Así ocurre frente a la amenaza de la
guerra, frente al atraso y el subdesarrollo, como en su calidad de espejo,
sostén e inspirador del múltiple proceso en que se inscriben los mejores
afanes de la humanidad. En esta hora, tremenda, podemos decir,
compañeros: la historia en sus cambios y en su complejidad, pero también
en sus tendencias materiales e ideales, verifica a Marx y comprueba a
Lenin. Marx y Lenin, comunistas, son a la vez punto de referencia de
todos los mejores postulados y sueños de la humanidad.
II
Los desafíos de
la época a la teoría
y la acción
revolucionaria
Permítaseme que
yo, modesto militante revolucionario de un pequeño país, diga que ante los
comunistas, como científicos y como revolucionarios, aparecen, acuciantes,
muy grandes desafíos. Desafíos de la investigación, de la generalización
científica, desafío de una praxis revolucionaria mundial, a veces insólita
y siempre variadísima. Frente al mundo de hoy no hay recetas. Poseemos
una teoría y un método y más de sesenta años de experiencia revolucionaria
muy rica. Con ello debemos trabajar con iniciativa creadora. No podemos
quejamos como Wagner en el drama de Goethe. ¿Qué decía este personaje? Si
todo fuera leer página tras página...
En verdad, en
esta hora de triunfos debemos comprobar ante una realidad que la misma
revolución socialista ha promovido, que todavía nuestro trabajo teórico
retarda. La teoría, siempre, según Lenin, retarda algo de la práctica.
Pero yo me permitiré señalar algunos aspectos que, entre otros, son
verdaderos retos a una mayor y más audaz elaboración teórica de nuestro
movimiento.
Vías de
desarrollo de la revolución contemporánea
Primero.- la
novedad siempre creciente de los desarrollos múltiples en el mundo de hoy,
comprueba, en lo esencial, las teorías de Marx y Lenin, y el
esfuerzo de los partidos comunistas, que por varias décadas han sido los
únicos promotores de este amanecer maravilloso. Pese al enorme mérito de
nuestra labor teórica y científica, la vida nos reclama una profundización
y generalización teórica más vasta y audaz del multicolor curso de la
revolución contemporánea: de sus vías de desarrollo, de la emergencia de
imprevistas situaciones, de las funciones de las clases sociales, del
papel de la intelectualidad, de las nuevas formas en que se mueve el mundo
donde se ensancha cada vez más la zona de posibles aliados de la
revolución. Vale estudiar la variedad de formas sociales entrelazadas,
por ejemplo, la distancia y contradicción entre nuevas estructuras
estatales y políticas de dirección socialista y el atraso económico
milenario o la pervivencia de arcaicas relaciones sociales y familiares.
Parece necesario un estudio más concreto de la praxis de la vía no
capitalista de desarrollo pensada por Lenin, mucho más frente a un
imperialismo que combina agresividad y violencia con pérfidos modos de
penetración económica y financiera. En este friso gigantesco del cambio
mundial se destaca -me parece- la singular problemática de América Latina,
capitalista y dependiente -no "capitalista dependiente", como dicen
algunos inventando un nuevo modo de producción- en la que se enlazan muy
peculiarmente y en un solo proceso histórico -como lo prueba ya la praxis
revolucionaria cursos variados de las revoluciones democráticas y
antiimperialista con la revolución socialista. Desde luego, en este caso,
la principal exigencia teórica nos apremia a los latinoamericanos.
Formas
actuales de desarrollo del capitalismo
Segundo:
Parece
indispensable un estudio más sistemático de las formas actuales de
desarrollo del capitalismo, particularmente en la fase del capitalismo
monopolista del Estado. Marx nos legó un estudio acabado de la formación
económica-social capitalista. Expuso sus leyes de desenvolvimiento, el
secreto de la acumulación en función del trabajo no pagado del obrero, la
concentración y centralización del capital en manos privadas, mientras se
acrecienta sin cesar el carácter social de la producción, etc. Demostró
la historicidad de ese régimen, su condena inexorable y su sustitución por
el socialismo a través de la revolución proletaria. El estudio de Marx,
en Crítica de la Economía Política, en El Capital, Gründisse,
y otros trabajos es el fundamento verificado de toda comprensión
científica del funcionamiento del capitalismo y sus leyes de desarrollo.
A partir de ahí, Lenin definió científicamente la fase imperialista, las
modificaciones monopolistas y las relaciones internacionales que el
imperialismo apareja. Sobre esas premisas asentó la teoría del proceso
revolucionario mundial. Lenin llegó a estudiar los comienzos del
capitalismo monopolista de Estado, como fase del período imperialista.
Hoy, el capitalismo monopolista de Estado es fase dominante en los grandes
países capitalistas, incluso se organiza en los tres grandes centros del
capitalismo mundial. Y procura desarrollarse en variadas formas en un
mundo donde el socialismo rige una porción importante del planeta y en
donde estalló el sistema colonial.
Las nuevas
manifestaciones de la internacionalización del capital y de la
trasnacionalización de los monopolios, las formas más novedosas de la
penetración y la opresión imperialista, las variaciones en el papel del
capital financiero, las peculiares ensambladuras de los monopolios y el
Estado, los nuevos rasgos de las crisis económicas dentro de la crisis
general del sistema, las repercusiones de la revolución científica y
técnica en el marco del capitalismo monopolista del Estado. . . En fin,
podríamos seguir. Toda esta nueva problemática, que ya tiene importantes
antecedentes de estudio científico en países socialistas y en trabajos
marxistas, reclama evidentemente un análisis crítico e investigador de
todo nuestro movimiento, ya que de ese examen pueden derivar, incluso,
conclusiones de carácter estratégico. Parece que un trabajo de esta
índole promueve cuestiones no solo acerca de la base económica, sino muy
particularmente respecto a todo el campo de las superestructuras, sobre
todo en cuanto a la función del Estado, al carácter actual de su máquina
burocrática-militar, así como de los llamados "aparatos ideológicos de
dominación", hoy responsables de la manipulación alienante de la opinión.
Problemas
estructurales de la clase obrera
Tercero: Estimo
obligatorio continuar el estudio de los problemas estructurales de la
clase obrera. Es indiscutible que la función histórica que Marx asignó al
proletariado ha tenido plena confirmación. Todo lo que se ha escrito
acerca de una presunta reducción de su número y papel, en la producción, o
de su adaptación al capitalismo, como escribieron algunos teóricos de la
escuela de Frankfurt, carece de realidad. A la luz de las cifras, como de
toda la investigación sociológica, se verifica que la clase obrera crece
numéricamente, afirma su función creadora en la producción y
aparece más que nunca como fuerza rectora del cambio revolucionario. Pero
la clase obrera actual no es igual a la inglesa del siglo XIX que Engels
examinara, siquiera igual a la anterior a la segunda guerra mundial. Se
modifica en función de las nuevas formas de explotación y de la
tecnificación constante de la producción. Su relación con la máquina, la
técnica y la ciencia, es otra, aunque esa nueva relación ilustra,
obviamente, lo que Marx previera en Gründisse, el célebre y valioso
borrador de 1857-1858. Pero, a la vez, se multiplican en número y
variedad los asalariados; junto al proletariado y víctima de la
explotación de los monopolios aparecen técnicos, cuadros, científicos,
trabajadores y sabios de grandes centros de investigación, a veces
adjuntos de los monopolios gigantescos. La misma miseria de la clase
obrera toma otras formas, no iguales que la miseria negra superviviente en
el llamado tercer mundo. El papel de los científicos, técnicos,
intelectuales diversos, ensancha el potencial campo de la revolución, a la
vez que se reduce numéricamente el campesinado y la población rural en
conjunto, que sin embargo sigue siendo una fuerza motriz de la
revolución. Estos fenómenos y otros se señalan problemáticamente en
momento en que el reformismo pervive como fuerza de gran influencia en la
clase obrera de los países imperialistas de Europa o como tradeunionismo
acéfalo en Estados Unidos. En un mundo todo él maduro para el socialismo
los factores subjetivos parecen en singular retardo en algunos países
capitalistas desarrollados respecto a las tendencias objetivas de la
realidad. ¿Es que la revolución socialista es un anacronismo en los países
imperialistas? Pensamos que no. Pero es evidente que de esta realidad
surge un desafío al pensamiento teórico y a la labor política, a la praxis
revolucionaria en conjunto.
La
variada
explosión protestataria
Cuarto:
La crisis
histórica del capitalismo, enlazada a la crisis económica, financiera,
ecológica, moral, etc., se manifiesta también -en las sociedades
capitalistas desarrolladas- como una variada explosión protestataria de
amplias masas de población. Insurgen los jóvenes, reclaman derechos
movimientos feministas, se perfilan como tendencias los ecologistas; en la
literatura y el arte se reflejan y retractan las más complejas
negaciones. Como conjunto es una protesta, revestida en algunos casos de
formas alienadas, pero es un rechazo de las alienaciones del capitalismo
imperialista. Diferente ocurre en América Latina donde estudiantes e
intelectuales, la rebelión juvenil y hasta las ricas manifestaciones de la
canción y la música popular, se integran o confluyen al gran caudal
revolucionario, o andan a sus flancos.
Es evidente que
asistimos a un ensanchamiento del campo de fuerzas que repudian o se
levantan, más o menos confusamente, contra la civilización capitalista,
contra su explotación, su hipocresía, el imperio del consumismo y
las manipulaciones ideales y políticas. Hace crisis la situación de la
mujer y no basta con señalar las insuficiencias del feminismo; es
necesario hacer de los derechos dé la mujer, con formas nuevas, una
bandera de la revolución. Hasta la religión aparece con nuevos aderezos,
con su viejo núcleo fantasmagórico y alienante, pero también ostentando la
impronta de la conmoción social; allí también el diablo de la lucha de
clases metió la cola. La revolución de nuestro tiempo es más original y
complicada de lo que pensábamos. Sobre todo, es más difícil la ocurrencia
de hacer superar al proletariado y demás trabajadores de los países
imperialistas, las trabas ideológicas del reformismo. Como de otra manera
sucede con la religiones y hasta con el fetichismo en Asia y África. En
la historia no obra ningún fatalismo mecánico; hay que hacer la
revolución socialista o antiimperialista, con masas que pueden ser
creyentes o que hasta hoy están enajenadas ideológicamente.
Filosofía
y ciencia
Quinto:
Hablando otra vez de la revolución científica y técnica; la ciencia, como
decía Marx, es hoy una fuerza productiva directa, pero al mismo tiempo
crece como nunca la ciencia teórica, es decir, que no se absorbe
totalmente en la definición estricta de fuerza productiva. En este
terreno se perfila como más exigente la determinación de las relaciones
entre la filosofía y la ciencia. Como plantea Engels en Ludwig
Feuerbach, es menester sintetizar los resultados de todas las ciencias
en sus aspectos más generales para que cada ciencia empírica se transforme
en saber teórico. Yo diría, para que la ciencia y la filosofía no se
divorcien, para que no sea verdad la consigna del neopositivismo de que
cada ciencia tiene en sí su filosofía, pero tampoco para que volvamos a
formas especulativas y que el filósofo, con falsa invocación al
materialismo dialéctico, quiera ponerle un corsé al laboratorio y a la
investigación.
Si el amanecer
del capitalismo trajo el descubrimiento de América y cambió la perspectiva
del hombre, la época del tránsito del capitalismo al socialismo viene
acompañada de todos los "milagros": se incursiona en el cosmos, se
desenvuelve la física de la partícula, nacen nuevas ciencias, la
renovación tecnológica es inenarrable, como nunca el hombre aparece en su
papel de transformador, de productor. Con las actuales fuerzas de
dominación de la naturaleza podríamos resolver los problemas vitales.
Pero la ciencia vive en un mundo dividido de la lucha de clases nacional e
internacional. En una de sus partes, la ciencia crece en los institutos
pagados por las transnacionales, el Pentágono y la CIA. Pero estos
piensan solo en la ganancia, en las absorciones imperialistas, en la
amenaza nuclear que puede destruir la humanidad.
No hay una
ciencia proletaria y otra burguesa, pero hay una ciencia que florece en el
socialismo y otra ciencia servilizada por el imperialismo. Lenin nos
enseñó a 1 aprender de todos los científicos más allá de su ideología. Y
esto es así. Pero asimismo la lucha por la supervivencia de la humanidad,
por la paz, es más amplia y capaz de congregar a todas las fuerzas
progresistas. Es un gran dilema actual. Este dilema no oculta, sin
embarro, que el único rencuentro de la aventura científica con el servicio
del hombre lo ofrece el socialismo, es decir, la revolución socialista.
El
marxismo como eje de la cultura contemporánea
Sexto:
Pienso que también en el terreno cultural surgen nuevos problemas que
están retando a la audacia intelectual y la iniciativa de los comunistas.
El marxismo es
sin duda el eje espiritual de nuestra época; todo lo mejor en la ciencia,
la literatura y el arte, se integra en este eje o gira como una
constelación en torno a él. Comprender esto no es creer que la cultura en
todas sus manifestaciones se reabsorbe esquemáticamente en el marxismo y
el comunismo. Es como una constelación contradictoria -repito la palabra-
cuyo eje es el socialismo, pero en torno al cual giran los frutos de las
revoluciones nacionales y democráticas, de las investigaciones
científicas, de las búsquedas literarias y artísticas, de las inquietudes
progresistas de la humanidad.
Alguna vez he
dicho que persisten ciertos elementos de aislamiento de la cultura
socialista y de la elaboración cultural de los comunistas respecto al
conjunto de esta constelación y respecto al complejo de la mejor cultura
contemporánea. El marxismo-leninismo se enriquece por su autónoma
creatividad, pero también por la interacción dialéctica, crítica, con toda
la investigación científica, con todas las manifestaciones auténticas de
la cultura moderna. En particular, con la variadísima floración artística
y literaria, cultural, incluso con las formas de renacimiento nacional de
las antiguas colonias y semicolonias.
Debemos recordar
lo que Lenin decía en Qué hacer:
“La
conciencia de las masas obreras no puede ser una verdadera conciencia de
clase si los obreros no aprenden, basándose en hechos y acontecimientos
políticos concretos y además actuales, a observar a cada una de las otras
clases en todas las manifestaciones de su vida intelectual, moral y
política, si no aprenden a hacer un análisis materialista y una
apreciación materialista de todos los aspectos de la actividad y de la
vida cultural de todas las clases, sectores y grupos de la población.”
El marxismo
fecunda la realidad de la cultura contemporánea, pero ocurre en un proceso
múltiple, que exige una relación dialéctica viva, de crítica y
asimilación, con todos los mejores frutos de la cultura universal. Esto
es muy peculiar en el arte y la literatura. Estos son sin duda un reflejo
social, están impregnados de ideología, tienen que ver directa o
indirectamente con la lucha de clases, pero a la vez son estrictamente una
creación individual. -
Siempre fue
peligrosa la reducción sociológica -ajena a Marx, Engels y Lenin- del arte
y la literatura. Para darnos respuestas específicas en el campo
propiamente de la Estética, no basta siquiera la gnoseología del arte.
Siempre fue una vulgarización del marxismo la tentativa de derivar de que
el capitalismo está históricamente en decadencia, un juicio estético de
decadentes para muy grandes cultores del arte y la literatura. Los viejos
comunistas recordamos que ya Plejánov en El arte y la vida social
consideraba decadentes a los impresionistas, y sin embargo la historia de
la pintura siguió adelante. Y grandes renovadores volcaron su empeño en
las áreas de la revolución y en la inquebrantable solidaridad con la Unión
Soviética. Conviene preguntamos: ¿por qué Picasso? ¿por qué Bertold
Brecht? ¿por qué Paul Eluard o Aragón? ¿por qué Neruda? ¿por qué
Mayakovski, Siqueiros o Rivera, modificaron las formas y dimensiones de la
pintura, de la poesía o del teatro y fueron militantes comunistas? Pueden
multiplicarse los ejemplos.
No es correcto
que la revolución socialista y el movimiento proletario deban aparecer
como antagonizados con las búsquedas artísticas y literarias. Claro está,
los comunistas preferimos que los artistas y escritores participen con su
obra en la creación heroica de la revolución. Entre otros antecedentes,
en la nueva Alemania, se insertan Kokoschka y los expresionistas, aunque
ésta se exprese más acabadamente en Nagel o Hans Grundick o en las
múltiples búsquedas de la actual floración cultural del socialismo
triunfante.
En América
Latina, la literatura y el arte -la mejor literatura y el arte- ya no son
solo espejos de la revolución, como decía Lenin de Tolstoi, son también
factores activos del gran cambio revolucionario al que asistimos. No solo
porque los mejores escritores y artistas militan en la izquierda, sino
también porque en formas ricas y creadoras dan nacimiento a un nuevo
realismo que directa o indirectamente integra la dinámica transformadora
del continente. En la Cuba revolucionaria, hombres como Lam, han
vivificado las originarias técnicas surrealistas con la expresión del alma
de un caribe convulso; se han puesto al servicio de la revolución. No ha
sido esta una actitud casual de artistas más o menos geniales. Es el
mismo proceso que en su tiempo alineó a los muralistas mexicanos y
corresponde al gran ejemplo que da la narrativa actual de América Latina.
Europa capitalista -siempre tan eurocentrista- despierta un día
enterándose que un nuevo Premio Nobel se asigna a América Latina; se trata
de Gabriel García Márquez, amigo de Cuba, solidario con nuestras
revoluciones, fundador de un instituto de solidaridad con los
perseguidores del fascismo y best-seller en varios continentes.
Sin simplismos forzados, ni gruesas acotaciones políticas, García Márquez,
como otros componentes de la narrativa latinoamericana, apresan en la
forma peculiar de la gran novela y el cuento, el drama de un continente en
llamas. Los críticos llaman a esta nueva literatura latinoamericana
"realismo mágico" o "realismo maravilloso "; con sus elementos "mágicos"
esa literatura es parte sustancial de nuestra revolución.
Historiografía
del movimiento comunista
Séptimo:
Pensamos que es necesario afrontar con mayor audacia la historiografía del
movimiento comunista. La historia de nuestro movimiento es una empresa
gloriosa. Es la columna vertebral de la grandiosa transformación del
hombre y de las cosas; es una historia de mártires, de heroísmos, de forja
de cuadros excepcionales y caracteres hermosos y poderosos. Durante esa
épica, a veces cometimos errores; aquí sí que digo bien en plural:
cometimos errores. Soy comunista desde la adolescencia, por lo tanto
cometí errores propios o compartí errores de mi Partido o de todo el
movimiento comunista internacional. Pero nuestra historia es gloriosa y
básicamente triunfante, no necesitamos por tanto una historiografía
maniquea, en blanco y negro, nos alcanza con describir la historia real.
Son tantos los méritos históricos de nuestro movimiento que no tememos
mirarnos a la cara en el espejo, apuntando incluso nuestros propios
errores. Además, si no lo hacemos nosotros falsificarán esa historia
nuestros enemigos.
Toda la fama del
profesor Carr consiste en su pertinaz presentación de relatos
seudobjetivos sobre el comunismo y la Internacional. En el fondo, como es
moda incluso en algún sector de nuestro movimiento, presentarán los anales
del comunismo como un itinerario de errores y tragedias. Lo hacen así por
sistema los publicistas de la socialdemocracia, para limpiar su pasado y
no afrontar las obligaciones de su presente. Escriben una historia
maniquea al revés. Tergiversan todo: desde la descripción de la
Revolución de Octubre hasta la Resistencia europea, desde la construcción
del socialismo hasta la presentación de la lucha política actual. Lo malo
es que a esa faena de falsificación o de caricatura, contribuyen a veces
ciertos presuntos renovadores que sepultan allí su propia identidad de
comunistas. Pero tenemos que tener conciencia crítica que a ello,
indirectamente, contribuyen también nuestras inhibiciones. Marx decía que
las revoluciones contemporáneas se diferenciaban de las del pasado por
hacer su permanente autocrítica. Y Lenin señalaba, que si -en- vez de uno
cometemos diez mil errores en el camino histórico de modificar milenios de
explotación social, estos errores son explicables. Debemos rechazar la
autosatisfacción beata, necesitamos exigirnos a nosotros mismos. Una gran
parte del mundo sigue en manos del imperialismo. La guerra amenaza. Los
pueblos insurgen contra el imperialismo por múltiples caminos. Solo
nosotros podemos congregarlos. Para ello tenemos que superarnos. Tenemos
que exigirnos, tenemos que afirmar en la práctica, que la teoría de Marx
es por esencia crítica y revolucionaria, como indicaba Lenin.
III
Necesidad de un auténtico
debate teórico y político
Permítanme
todavía algunas palabras finales. Creo que la hora del movimiento
comunista reclama un auténtico debate teórico y político. Tenemos buenas
relaciones con todos los partidos, nos apreciamos de una relación
fraternal con el Partido Comunista Italiano, al que respetamos y con el
que tenemos algunas divergencias teóricas. Queremos la unidad del
movimiento comunista. Creemos que se debe utilizar una metodología de
debate científico, sin riñas y sin insultos; pero es necesario debatir.
Lenin decía que sin - debate teórico la misma teoría se vuelve morgue.
Existe, por ejemplo, el llamado eurocomunismo, que es una tendencia y una
realidad. Debemos explicarnos frente a esa tendencia como ante todas las
contradicciones que surgen en la vida.
Habitualmente
se dice que las divisiones en nuestro movimiento reflejan, de una peculiar
manera, la extensión del movimiento mismo, la variedad de sus historias,
de sus vías de desarrollo, etc. Esto en parte es verdad. Pero es media
verdad. El mundo de hoy, en sus desafíos, promueve cantidad de problemas
a los que hay que dar' les una respuesta crítica y revolucionaria.
Pero la verdad siempre es concreta.
Muy
sucintamente: ¿cómo apreciamos el fenómeno del eurocomunismo?
Tal cual decía
Lenin de los anarquistas, el eurocomunismo nace aparentemente como un
castigo por los pecados dogmáticos y sectarios de nuestro movimiento. El
eurocomunismo surge reivindicando el original concepto leninista de
diversidad de vías al socialismo. Afirma que no hay modelos cristalizados
de revolución o sociedad socialista. Que el curso de cada país está
signado por su singularidad histórica; ninguna revolución es idéntica a
otra. Las características históricas nacionales se integran como dato
objetivo en el curso de las revoluciones contemporáneas. El eurocomunismo
reclamaba tomarlas en cuenta sobre todo en el plano político. Promovía
construir con audacia el sistema de alianzas de la clase obrera, advertir
los más variados matices políticos, y elaborar una estrategia para ciertos
países capitalistas desarrollados, propia de períodos del lento desarrollo
social. En cuanto a las relaciones internacionales reivindicaba la
independencia y autonomía de la elaboración de cada partido.
Es decir, en
sus comienzos esta tendencia se presenta aparentemente como respuesta a
viejos planteamientos dogmáticos, criticados y autocriticados en el XX
Congreso del PCUS, y como un esfuerzo hacia la búsqueda y la renovación.
Refleja determinados procesos objetivos de Europa, a la vez de refractar
una hora política dramática del movimiento comunista internacional.
Desde el punto
de vista de las bases objetivas, conviene recordar la realidad de Europa
Occidental. Desde el punto de vista político, la derrota del nazismo
aparejó la extensión del socialismo a varios países, precipitó la
disgregación del sistema colonial y el avance impetuoso que continúa hasta
hoy, de las revoluciones democráticas y socialistas en Asia, África y
América Latina. En la Europa capitalísticamente más desarrollada, en
verdad países imperialistas, la revolución pareció detenerse a pesar del
enorme papel de los partidos comunistas en la Resistencia y del gran
desarrollo de algunos de ellos. Los procesos políticos se hicieron más
complejos y lentos, más morosos y zigzagueantes. Y ello gravitó sin duda,
a veces no sin razón, sobre las ideas tácticas que fueron creciendo hasta
parecer devorarse la estrategia, para finalmente afectar la propia
identificación teórica. Desde el ángulo económico y social, después de
las destrucciones de la guerra, Europa Occidental entró en un proceso de
reconversión económica, estimulada por las grandes exportaciones de
capital de Estados Unidos y por el comienzo de aplicación de la
revolución científica y técnica. A pesar de las contradicciones y de las
crisis sucesivas, el capitalismo monopolista de Estados se extiende
aparentemente todopoderoso, y se produce, pese a todo, nuevos desarrollos
capitalistas. Europa Occidental se vuelve uno de los tres grandes centros
del capitalismo mundial. Las clases capitalistas se ven obligadas a
concesiones a los trabajadores, a la vez de producirse cambios en la
estructura de la clase obrera, en la distribución de la población y en el
papel de la intelectualidad. Los resultados de la guerra mundial, que en
algunos casos equivalieron a un cambio democrático profundo, llevan a
formas políticas más amplias que la clase obrera y las masas defienden y
buscan ensanchar y profundizar. En el plano político, pero también
teórico, se producen búsquedas y debates, pero asimismo madura una
tendencia a la adaptación a las nuevas realidades del capitalismo
monopolista de Estado. Comienza a vigorizarse una estrategia en la que se
opaca la idea de la revolución socialista sustituida por la perspectiva de
la posible transformación del capitalismo según un proceso intrínseco de
reformas estructurales capaces de abarcar la sociedad toda, en particular
el Estado.
Los debates
autocríticos abiertos por el XX Congreso del PCUS, muchas veces confusos y
mal conducidos, nutren una actitud peyorativa hacia los países
socialistas, en aras de un invocado socialismo que será democrático y
civilizado. Se trataría de superar no solo la quebrada vía
socialdemócrata, sino también la ruta leninista Pon vistas a un nuevo y
más auténtico socialismo que -faltaba más- estaba llamado a nacer en la
Europa desarrollada.
En los
prolegómenos de este proceso, que no estoy presentando en rigurosa
cronología, asoma, en forma traumatizante, la segregación china. La
bandera de los dirigentes chinos era, entonces ultradogmática, sectaria y
con vetas nacionalistas. La otra cara europea enarbola el pavés de la
amplitud, de la búsqueda política, de la apropiación de la democracia
burguesa y sus instituciones, del vínculo con las masas, del carácter de
masas del propio partido. A veces, estos planteamientos eran básicamente
certeros en el plano político y se acompañaban de una rica experiencia de
trabajo con todo el pueblo y de ejercicio del arte de la política. Pero,
a través de todo esto, comienza a derramarse una corriente que va haciendo
del movimiento un fin en sí y del avance táctico un sucedáneo del objetivo
final. Así se desmontan tesis teóricas identificatorias del marxismo y el
leninismo, conceptos revolucionarios fundamentales acerca del poder, del
contenido de clase del Estado y de la ineludibilidad de la transformación
revolucionaria. La posibilidad de una vía relativamente pacífica se
estatuye como certidumbre de un curso obligatorio en todo país capitalista
desarrollado y se la presenta en la práctica, como un modelo de la mejor
alternativa socialista y democrática. Así, se lo teorice directamente o
no, el socialismo en su versión "democrática" solo puede ser fruto de la
sucesiva o simultánea aplicación de reformas acompañadas de la captación
por dentro, política y moral, de la sociedad burguesa.
De estos
juicios derivan enfoques negativos y a veces diatribas para el socialismo
real o en camino, como perspectiva en muchos países. Ya no se trata de
repugnar modelos o de no tener una actitud acrítica frente a la difícil
empresa de edificar el socialismo; ahora se pasa, prácticamente, a oponer
las postuladas vías al socialismo de algún país en Europa, a las vías ya
transitadas por las revoluciones triunfantes. Se pasa pues a transformar
en modelo, la ruta del socialismo proclamada como necesaria en determinado
país de Europa. La expresión democracia pasa a manejarse como un concepto
abstracto absoluto y no como una forma institucional histórica.
El mismo
proceso de reversión se produce con la exigencia de autonomía o
independencia de los partidos. Se pasa a creer que un partido es autónomo
e independiente si se distancia de los partidos del socialismo real.
De la estrategia
de Gramsci, que hablaba de la guerra de posiciones en determinados
períodos del desarrollo social, se pasa a erigir la guerra de
posiciones en el camino real y único de la transformación social. Y no
entro a discutir lo que es la esencia en la teoría de Marx y Lenin, la
toma revolucionaria del poder, el gobierno de la clase obrera y sus
aliados, se llame o no dictadura del proletariado. El nombre no es lo más
importante, aunque sí el contenido, como lo subraya Marx en la carta a
Weydemeyer o en la formulación programática de la Crítica del
programa de Gotha.
Nos parece
evidente la necesidad de un gran debate teórico al estilo de Marx, de
Lenin, incluso de Gramsci y la admirable Rosa Luxemburgo.
IV
Marx, Lenin y América Latina
Marx
y Lenin ya iniciaron su marcha triunfal en América Latina. En una
pequeña isla Con forma de caimán, la revolución comenzó democrática y
antiimperialista y se tomó socialista encabezada por Fidel. La Revolución
Cubana, con todas sus singularidades, confirmó a Marx y Lenin. Debemos
saber que, para los dogmáticos, la Revolución Cubana fue un escándalo
teórico como en su tiempo lo fuera la Revolución Rusa y el leninismo;
entonces rodaron por el polvo todas las togas de los próceres de la
Segunda Internacional. Pero asistimos ya a otras revoluciones siempre
renovadoras. . . ¡Cuánto nos ofrece de creador, a la luz del marxismo y el
leninismo, la victoria sandinista en Nicaragua! O la revolución en Granada
o los procesos de las luchas armadas en el continente. En mi discurso en
la Conferencia, dije que a Marx se lo estaba celebrando con las armas de
la crítica, pero también con la crítica de las armas que arden en varios
continentes.
América Latina y
el Caribe viven el ejemplo de todas las formas de lucha. Legales e
ilegales, armadas, parlamentarias, de defensa y desarrollo de las
instituciones democráticas, de amplitud política extrema o de difícil y
sacrificada clandestinidad.
El mismo proceso
revolucionario y democrático alcanza niveles diversos. Cuba marcó la hora
fundamental de viraje histórico. Los pueblos del continente están en
movimiento. En el sur, los gobiernos de tipo fascista al servicio de
Washington, se resquebrajan a los golpes de la lucha interna y de la
solidaridad internacional. En
Bolivia triunfó
la democracia. Además un muy amplio movimiento de condena al fascismo, de
denuncia de la política Reagan abarca a sectores patrióticos, nacional
reformistas, socialistas, socialdemócratas y comunistas, religiosos
y laicos, determinando muy vastas formas de unidad y convergencia en
búsqueda de la autodeterminación económica y política. Allí se enlazan,
en amplitud, extensas corrientes patrióticas y democráticas con combativos
frentes revolucionarios. Se eleva el papel de los partidos comunistas y
las fuerzas revolucionarias antiimperialistas. Nuestra revolución marcha
con Marx y Lenin porque va siendo creación heroica como lo reclamaba José
Carlos Mariátegui.
Nuestra lucha se
libra con un enemigo feroz y pérfido, el imperialismo de Estados
Unidos, principal amenaza a la paz y pretendido gendarme mundial. Con una
u otra forma, con victorias y derrotas, la lucha de América Latina será
dura y difícil, pero ya comenzó a contabilizar sus victorias. Desde el
río Grande hasta la Antártida, desde los picos andinos hasta las márgenes
del Plata, clarines de amanecer anuncian la segunda guerra de
independencia. Allí van los libertadores de América, los de la primera
independencia, pero esta vez, con ellos, andan Marx y Lenin, símbolos de
la nueva época, de la primavera socialista del mundo.
Rodney
Arismendi
Discurso
pronunciado el 19 de abril de 1983 en la Escuela Superior Karl Marx, de
Berlín, RDA, con motivo de la entrega del título Doctor Honoris Causa en
Filosofía
( Tomado
del Del
Libro Vigencia del marxismo-leninismo
1984 -pag.
53 a 79)
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