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Cuando el gobierno está al alcance de la vista como una playa para un barco que se acerca luego de un largo derrotero, sería estúpido, criminal o suicida perder de vista el objetivo y naufragar en las pocas disidencias internas. Hacia la victoria: el pueblo unido, jamás será vencido.
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Rodney Arismendi |
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"La construcción
de la Unidad de la Izquierda"
La lucha
permanente y sistemática por la unidad, en su dimensión estratégica, es una
constante a lo largo de la actividad práctica y de la labor teórica de Rodney
Arismendi. Ella irradia a múltiples planos de la vida política y social: unidad
total de la clase obrera, unidad de las fuerzas de izquierda, democráticas y
avanzadas, y unidad de todo el pueblo, en el ámbito nacional; unidad del
movimiento comunista, unidad y acción concertada de todas las fuerzas políticas
y sociales progresistas para enfrentar al imperialismo, en el ámbito
internacional.
En el año del décimo aniversario de su muerte, la Fundación Rodney
Arismendi ha querido honrar la memoria de este exponente de los mejores valores
que atesora el pueblo uruguayo y defensor de la causa de la humanidad,
reviviendo algunos de los principales fragmentos de sus obras dedicados
precisamente al tema de la unidad y al papel de las masas populares. La
amplitud y diversidad de los textos nos obligan a ceñirnos exclusivamente a los
aspectos nacionales -dejando para otra oportunidad la rica cantera de sus
aportes proyectados al plano mundial-, a fin de mantener esta selección en
dimensiones razonables. Aún así, no nos quedó otro camino que descartar
cantidad de materiales valiosos. Amputación dolorosa, resuelta según criterios
discutibles sin duda, ante todo para nosotros mismos.
La dictadura fascista de 1973-84 marca una divisoria entre estos
materiales, dispuestos en orden cronológico. La parte inicial culmina con la
formación del Frente Amplio (febrero 1971), la contienda electoral de fines de
ese año y los prolegómenos del golpe de Estado del 27 de junio de 1973. A
partir de esa fecha límite, el objetivo fundamental de derribar la dictadura
sitúa el tema de la unidad en las coordenadas de la máxima amplitud, y a la vez
de mayor profundidad. En la fase terminal del régimen dictatorial se acuña la
concepción de democracia avanzada, que continúa vigente en el período de
la recuperación democrática. Esta parte implica una continuidad esencial con la
primera, lo que no obsta al surgimiento de conceptos nuevos y más afinados.
Partimos en esta recopilación del XVI Congreso del Partido Comunista
del Uruguay de setiembre de 1955, no solamente porque significó una renovación
en todos los órdenes de la vida del PCU sino además porque marcó orientaciones
y objetivos claros que habrían de contribuir decididamente a modificar aspectos
sustanciales de la sociedad uruguaya. En primer término, la unidad total de la
clase obrera, que a través de un prolongado proceso de unidad de acción dotado
de varias fases intermedias transformó un movimiento sindical partido en tres y
con fuerte impronta de amarillismo e intromisión de la embajada de los EE.UU.
en un movimiento unido y clasista, que agrupa en una central única, la CNT (y
luego el PIT-CNT), a la totalidad de los obreros de la industria y el
transporte, los gremios de docentes a todos los niveles, las organizaciones de
la cultura, de los trabajadores rurales, en suma la totalidad de los
asalariados. En segundo término, la unidad total de las fuerzas de izquierda,
que habría de culminar el 5 de febrero de 1971 con la plasmación del Frente
Amplio y su ulterior alianza en el Encuentro Progresista con fuerzas
democráticas y avanzadas de múltiple procedencia. En esos marcos, el esfuerzo
sostenido hacia la construcción de un poderoso Partido Comunista es visualizado
no desde un ángulo meramente interno, sino en la perspectiva de la contribución
de sus militantes a la forja de la unidad obrera y de la unidad de la
izquierda, en un proceso de íntimo entrelazamiento de las actividades teóricas
y prácticas.
Más aún, el ámbito de la unidad desborda esos límites para proyectarse
hacia la unidad de todo el pueblo, a través del entendimiento y la acción común
de las organizaciones de trabajadores -de ayer y de hoy- y de los estudiantes
(“Obreros y estudiantes, ¡unidos y adelante!”), de entidades populares y
sociales de la ciudad y del campo, que levantan un programa de soluciones
elaborado colectivamente y enfrentado al del gobierno y las clases dominantes.
A esto habría de responder la convocatoria en 1965 del Congreso del Pueblo, que
renace hoy en el esfuerzo por dar vida, sobre análogas bases plurales, a la
Asamblea del Pueblo.
Las dos cartas proponiendo la unidad al Partido Socialista se ubican
en el entorno del XVI Congreso y constituyen la primer iniciativa concreta en
el proceso de unificación de ambas corrientes tradicionales de la izquierda
uruguaya, de común origen marxista pero separadas en 1920 por disímiles
valoraciones de la revolución rusa. Su rechazo motivó nuevas propuestas
unitarias, formuladas desde la tribuna del XVII Congreso del PCU, en el cual se
aprobó un documento de estructura peculiar, que amalgama la Declaración
Programática con la Plataforma Política Inmediata. En la celebración de su 40º
aniversario (setiembre de 1960) el PCU renovó su llamado de unidad, dirigido
esta vez a todas y cada una de las fuerzas progresistas y de izquierda. Dos
años más tarde, en su XVIII Congreso, en vista de que el PS había decidido
coaligarse con el diputado Erro excluyendo a los comunistas y demás grupos
unitarios, propone la conformación “del frente de los partidarios de la
izquierda sin exclusiones” como “primer paso concreto de unidad
político-electoral de las fuerzas de izquierda, con vistas al amplio frente
futuro de todo el movimiento antiimperialista y democrático”. En el discurso de
resumen de dicho Congreso (cuyos tramos fundamentales incluimos en esta
selección, al igual que los documentos antes mencionados) Arismendi señala que
“el Congreso ha discutido mucho sobre grandes palabras: patria, democracia,
libertad, y las ha unido estrechamente a la palabra unidad”,
apela a las enseñanzas vertidas a ese respecto por Blas Roca, representante de
Cuba revolucionaria en el Congreso, subraya que “la unidad en el campo político
es una tarea revolucionaria” y propone “un lema accidental común con todas las
fuerzas unitarias, hacia la formación del frente de unidad sin exclusiones”.
Estaba preanunciando, a la vez, la creación del Frente Izquierda de Liberación
(F.I.de.L), que sobrellevó con éxito la prueba de las elecciones de ese año
1962 (y la siguiente), y el nacimiento del propio Frente Amplio, que tardaría
aún algo más de ocho años en concretarse.
Cuando arribamos al XX Congreso, en diciembre de 1970, estamos
precisamente en el umbral de la constitución del Frente Amplio. Arismendi lo
anuncia en su informe, en presencia de delegados de otros partidos que habrían
de concurrir a la integración de la formación unitaria de la izquierda,
definiéndolo como “una alternativa de poder democrático avanzado”. Señala que
“prácticamente, la unidad ya está acordada”, que “este es un enorme paso, una
tarea histórica”, destaca el significado, inédito, de la unión de los partidos
Comunista y Demócrata Cristiano en una misma formación y concluye que “la
unidad en el plano político -como en un instante lo fue en el movimiento obrero
y popular- pasará como un torrente por encima de todo aquel que se le oponga”.
A partir de la fundación del Frente Amplio (5 de febrero), expresión
de unidad total en la diversidad, el año 1971 está signado por la intensa
campaña política hacia las elecciones de noviembre. De este período ofrecemos
dos trabajos de Arismendi, editados en un pequeño volumen por Pueblos Unidos
bajo el título del primero de ellos, “La revolución uruguaya en la hora del
Frente Amplio”, texto del discurso pronunciado el 28 de mayo en la sala de El
Galpón. El otro, “Unidad para asegurar y ganar la elección”, contiene el texto
de su alocución del 6 de julio en la Coordinadora de las seccionales 18ª y 24ª
del Frente Izquierda de Liberación. Allí desarrolla dos conceptos que están hoy
más vigentes que nunca. Por una parte, afirma que el Frente Amplio es “la
alternativa concreta del poder popular”, que debemos “ser unitarios y mil veces
unitarios”, que “el problema esencial es la unidad del pueblo, profundizar esta
unidad, proyectarla, agrandarla y transformarla en una fuerza de poder”, que
“la lucha ideológica debe ser puesta al servicio de la unidad, de lo contrario
es divisionismo”.
Por otra parte, nos lega esta profunda reflexión:
“Cuando el gobierno está al alcance de la vista como una playa para un
barco que se acerca luego de un largo derrotero, sería estúpido, criminal o
suicida perder de vista el objetivo y naufragar en las pocas disidencias
internas. Hacia la victoria: el pueblo unido, jamás será vencido”.
A raíz del brusco corte introducido por el golpe de Estado, el
objetivo cardinal pasa a ser el derribamiento de la dictadura a través de la
más amplia unidad de todos los sectores políticos y sociales de oposición. En
la lucha contra el fascismo, debemos ser cada vez más amplios, y nunca
estrechar nuestro campo de acción: tal era la orientación fundamental de la
dirección del PCU en su llamado “A la
clase obrera y el pueblo oriental”, emitido en agosto de 1973, a poco más de un
mes del golpe. Consiguientemente se marcaban cinco direcciones de labor para
canalizar todas las energías antidictatoriales latentes en el seno del pueblo,
lo cual se sintetizaba en la fórmula: “Unión de todos los orientales
honestos” y “Unidad, unidad y más unidad por la libertad, el pan y la
dignidad nacional”. Este documento contiene una valoración ceñida de la
heroica huelga general que durante 15 días enfrentó a la dictadura y cavó un
abismo entre ésta y todo el pueblo.
A lo largo de los 11 años largos de sangrienta represión, el PCU actuó
como un solo partido en la cárcel, la clandestinidad y el exilio, tal cual se
expresa en diversos documentos de dicho período incluidos en esta selección. En
un reportaje publicado en “El Día” de México el 18 de octubre de 1982 (y
reproducido en Uruguay en diciembre), Arismendi se refirió a la unidad y
convergencia forjada en la lucha por el pueblo uruguayo, y previó una nueva
derrota de la dictadura en las elecciones internas partidarias del 28 de
noviembre de ese año, que reeditara, en otras condiciones, la del voto
mayoritario por NO en el plebiscito constitucional del 30 de noviembre de 1980.
La importancia de esta entrevista radica en que esclarece definitivamente la
posición del PCU en favor del voto en blanco, tema que ha suscitado no pocas
incomprensiones y tergiversaciones. La elevada votación en blanco, que marcó la
presencia independiente del Frente Amplio, se amalgamó en esta elección con el
triunfo de las corrientes antidictatoriales en el seno de los partidos
tradicionales.
Al tiempo que bregaba por defender la continuidad del Frente Amplio en
el interior del país y en el exilio, enfrentando las diversas tendencias a
minimizar su influencia, a diluirlo, a declararlo caduco, a despreciar su lucha
por la libertad o a reemplazarlo por otras formaciones verbalistas e
inconsistentes (que de todo eso hubo), el PCU promovía la concepción de una democracia
avanzada a la salida de la dictadura. La misma se fue afinando cuando la
lucha obrera y popular hacía presentir el próximo final sin gloria del régimen,
pero en realidad había comenzado a elaborarse con antelación, al examinar los
temas de la democracia y el socialismo en sus relaciones recíprocas. Estas
definiciones tuvieron señalada importancia en el período de transición y en la
nueva fase de recuperación democrática abierta en 1985 con la liberación de
todos los presos políticos. Dicho concepto vertebra los documentos del Comité
Central del PCU reunido en Moscú en setiembre de 1984, su declaración política,
así como la plataforma programática del sublema Democracia Avanzada-Movimiento
Popular Frenteamplista-Trabajo y Cultura para las elecciones de noviembre de
1984. Se siguieron desarrollando en la Conferencia Nacional del PCU efectuada
en Montevideo en diciembre de 1985 (Democracia Avanzada, un proceso de combate;
Consolidar la democracia y por una democracia avanzada). Y culminan en lo que
consideramos el testamento político de Rodney Arismendi (que el lector también
hallará en estas páginas), el artículo publicado en el Nº 104 de la revista
“Estudios” en setiembre de 1989, tres meses antes de su muerte, titulado
“Nuevos problemas de América Latina al tramontar los 80 y el papel de la
izquierda”. Allí se destacan los valores universales humanos de la democracia,
su contenido intrínseco (alejado de un mero carácter instrumental), para
concluir que la consolidación y defensa de la democracia y su profundización ‑jalón
estratégico en América Latina- aparecen como “faena central en este momento y
en este final del siglo XX. Inclusive para llegar a conquistar y construir un
día una sociedad socialista”. Era ésta una nueva demostración del carácter
creativo de la elaboración teórica de Rodney Arismendi sobre los temas de la
unidad de la izquierda, de la unidad de
todo el pueblo y del papel de las masas populares en la forja del destino
colectivo. Unas precisiones finales
Los temas expuestos en las páginas siguientes, surgidos de la pluma de
Arismendi o elaborados con su participación, están fundamentados más
exhaustivamente en varios de sus libros. Entre ellos destacamos “Problemas de
una revolución continental” (reeditado por nuestra Fundación) y “Lenin, la
revolución y América Latina”.
Ya explicamos las razones que nos impiden incluir aquí los aportes de
Arismendi en torno a la unidad del movimiento comunista y a la unidad de las
fuerzas avanzadas y de los pueblos a nivel internacional. Estos temas han
adquirido hoy una relevancia excepcional, sobre todo desde que la masacre
desatada en los Balcanes por el imperialismo yanqui y su brazo armado, la OTAN,
con la complicidad de gobiernos claudicantes y serviles, no deja dudas acerca
de que los Estados Unidos aspiran a convertirse en dueños y gendarmes del mundo
entero. En tal sentido podría resultar de utilidad para el lector el
señalamiento de algunos textos de Arismendi que abordan dicha temática. En particular,
su intervención en la última reunión de los Partidos Comunistas y Obreros,
efectuada en Moscú en 1969; y el resumen general de este evento, que estuvo a
su cargo (17 de junio de ese año). Ambos están contenidos en los “Cuadernos de
Estudios” Nº 2, editados en Montevideo en diciembre de 1969. Hay también una
edición mexicana de Grijalbo, inserta en la recopilación titulada: “Vigencia
del marxismo-leninismo”. Otra intervención de alcance internacional fue la
pronunciada en Moscú el 4 de noviembre de 1987 en el encuentro de
representantes de partidos y movimientos avanzados, democráticos y de izquierda
que tuvo lugar en el marco del 70º aniversario de la revolución rusa, al cual
asistió también una delegación del Frente Amplio integrada por Mariano Arana,
Wilfredo Penco, Luis Alberto Senatore y Francisco Ottonelli.
El tema de
la unidad reviste la más plena y rigurosa actualidad en momentos en que el
Encuentro Progresista-Frente Amplio, la más genuina concreción de la unidad de
la izquierda y de sus aliados, se apresta a alcanzar el gobierno en la
contienda electoral de octubre-noviembre. Esta publicación desea contribuir a
ese logro trascendente para el futuro de la República.
Niko Schvarz |
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Comentarios: rodney@muldia.com |
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