Los hechos de abril de  1972.
                 (Capitulo XXIX del libro "El Uruguay desde la 
                izquierda" de Wladimir Turiansky)
                Los hechos 
                de abril 
                 13/14/15/16/17
                La canción 
    quiere /  El cielo 
      patrio
                                    
                    EL CIELO PATRIO SE ENSOMBRECE
                "En 
                  1972 los nubarrones de la tormenta se han instalado sobre el cielo patrio.  La 
                  crisis económica no ha cesado de agravarse, y siguiendo el camino de su 
                  predecesor, Bordaberry intenta seguir descargando sus consecuencias sobre los 
                  magros salarios de los trabajadores.  Como respuesta, la CNT programa un 
                  conjunto de movilizaciones que culminan con un paro general el 13 de abril.
                Al día 
                  siguiente los tupamaros desarrollan una serie de acciones dirigidas contra los 
                  llamados escuadrones de la muerte, cayendo en el transcurso de las mismas 4 
                  presuntos integrantes de dicha organización paramilitar, y las fuerzas armadas 
                  responden atacando refugios de militantes de la organización con un saldo de 8 
                  tupamaros muertos.  Montevideo vive el 14 de abril un día tenso, de ciudad 
                  ocupada.  En pocas horas, el efecto político del paro del día anterior se borra, 
                  se diluye en medio de los comunicados oficiales, el despliegue militar en la 
                  ciudad, y los rumores de todo tipo que la inundan.
                El 
                  Gobierno aprovecha la situación para remitir al Parlamento un proyecto de 
                  resolución por el que se suspenden las garantías individuales y se decreta el 
                  "estado de guerra interno" figura desconocida en nuestras normas 
                  constitucionales, que coloca a las personas en todo el territorio nacional bajo 
                  la jurisdicción de la justicia militar, un paso más en el proceso de 
                  militarización del país al que ya hice referencia.  Este «estado de guerra 
                  interno» sería sustituido luego por la ley de seguridad del estado, que, en 
                  muchos aspectos, y en particular en lo relativo a la extensión de la 
                  jurisdicción militar, no hace más que consolidar v dar permanencia a las normas 
                  transitorias del decreto anterior.  Lo grave de todo esto es que el bloque 
                  opositor del P. Nacional acompaña con su voto tanto los decretos de excepción 
                  como la ley.  Ejemplo tanto de las debilidades y vacilaciones de ese sector, 
                  como de una metodología de lucha que, pretendiendo radicalizar las luchas sólo 
                  consigue estrechar el campo de los posibles aliados. 
                  (Recuerdo que 
                  en los mismos momentos en que la Asamblea General discute las medidas de 
                  excepción, un operativo policíaco-militar asalta la casa central del P. 
                  Comunista, en un despliegue inusitado, con policías vestidos de civil y portando 
                  metralletas, las que descargan contra paredes y muebles del local.  El tableteo 
                  se sintió en la propia sede del Legislativo.  Alertados de que se trataba de un 
                  ataque contra la casa del Partido, decidí llegarme hasta el lugar.  La cuadra de 
                  Femández Crespo, de Uruguay a Paysandú, estaba bloqueada por vehículos militares 
                  y aquellos camiones que se utilizaban para el transporte de las fuerzas 
                  especiales de represión de manifestaciones, y que la gente había bautizado con 
                  el mote de «chanchitas».  En medio del caos, los gritos y las órdenes pude 
                  penetrar al local, me imagino que como consecuencia de la confusión derivada de 
                  tanta gente de civil entrando y saliendo, y al salón de actos.  AW el 
                  espectáculo era medio dantesco: cientos de personas, pues se estaba realizando 
                  en esos momentos un activo de jóvenes comunistas, tiradas en el suelo, de cara 
                  contra el piso, y un número indeterminado de sujetos, presuntamente policías, 
                  aunque de civil, portando metralletas y armas cortas, corriendo de aquí para 
                  allá, fuera de sí, aunque ya el tiroteo había cesado.  Recién se percataron de 
                  mi presencia cuando, invocando mi condición de diputado, pregunté en voz alta 
                  quien estaba a cargo de ese operativo.  Por cierto no tenía la más mínima 
                  esperanza de que se contestara mi requerimiento ni de que se respetara el fuero 
                  parlamentario, pues ya habían ocurrido como también ocurrirían otros episodios 
                  que no dejaban dudas al respecto.  Lo único que me interesaba era que los 
                  compañeros tirados en el piso supieran de que no estaban librados a su propia 
                  suerte.  En fin, percatarse de mi presencia y sacarme del local con la amenaza 
                  de las armas fue todo uno.  Regresé, pues, al Palacio Legislativo, donde, con la 
                  indignación que es de suponer, increpé duramente al Ministro del Interior, el 
                  Coronel Bolentini quien comparecía en la sesión de la Asamblea, y a quien 
                  responsabilicé por las eventuales consecuencias del asalto.  En el ínterin, en 
                  tanto, el propio Presidente de la Cámara de Diputados, el «Toba» Gutiérrez Ruiz, 
                  se apersonó con Arismendi y otros diputados en la Casa del Partido y el episodio 
                  pudo ser controlado).
                  Pero es 
                  evidente que los que planearon y llevaron a cabo ese operativo tenían una clara 
                  finalidad provocadora: derramar sangre de comunistas, desencadenar una espiral 
                  de violencia, «guatemalizar» el proceso político uruguayo.  Por eso repitieron 
                  la acción 2 días después, esta vez en el local comunista del Paso Molino, 
                  fusilando de manera despiadada a 8 militantes comunistas que se encontraban ese 
                  día de guardia en el local.
                 El episodio, 
                  por su brutalidad, conmovió al pueblo, y mostró al desnudo el plan de los 
                  sectores más regresivos de la sociedad civiles y militares, de aprovechar el 
                  clima de inseguridad promovido a raíz de los hechos del 14 de abril, para montar 
                  una escalada represiva que condujera, en última instancia, a la liquidación del 
                  resto de libertades democráticas que aún nos iban quedando.
                  De ahí la 
                  respuesta que el Frente Amplio dio, pocos días después, y por boca de su 
                  presidente, el Gral.  Seregni: ¡Basta de sangre!, reclamó Seregni. ¡Detener la 
                  espiral sangrienta, la imposición de la lógica de la guerra! ¡Debe haber paz 
                  para los cambios, afirmó, de la misma manera que debe haber cambios para la paz!
                 No habría paz 
                  auténtica en tanto no se cambiara la orientación económica regresiva y el ataque 
                  a las libertades democráticas en que se hallaba embarcado el Gobierno.  Y, por 
                  otra parte, no habría posibilidad real de impulsar el desarrollo de ese 
                  necesario proceso político de cambios si no se cortaba la lógica de la guerra y 
                  se restablecía el clima de paz.  En esa línea y con esa consigna, de paz para 
                  los cambios y cambios para la paz, se desenvolvió el accionar del Frente, y 
                  también el de las organizaciones sociales y del movimiento sindical.
                 No fue fácil, 
                  porque las provocaciones continuaron.  Día a día se producían detenciones de 
                  jóvenes en todo el país, sepultados en cuarteles durante semanas y sin que se 
                  pudiera saber que estaba ocurriendo con ellos.  En mi condición de diputado, 
                  creo haber recorrido casi todos los cuarteles del interior del país, inquiriendo 
                  por los detenidos, a petición de sus familiares, y muchos compañeros de la 
                  bancada del Frente debieron hacer más o menos el mismo periplo (jamás pudimos 
                  pasar de sus portones.  Ya me tocaría a mí traspasarlos, pero encapuchado y 
                  esposado, por lo que tampoco entonces los pude conocer por dentro, si eso es lo 
                  que se quería evitar).
                  El fuero 
                  parlamentario era cuestionado permanentemente.  El episodio más sonado ocurrió 
                  en oportunidad de estar reunida la Asamblea General.  Uno de sus integrantes, el 
                  diputado Ituño, del sector «Por la Patria» (y dicho sea de paso, ex-funcionario 
                  de UTE y dirigente de su sindicato allá por fines de la década del 50), debió 
                  ausentarse por motivos personales, regresando casi de inmediato para denunciar 
                  en el seno de la Asamblea lo que le había ocurrido: resulta que al salir con su 
                  automóvil fue interceptado por una de las habituales «pinzas> militares que 
                  formaban parte ya del paisaje montevideano, si así se lo puede llamar. Ituño 
                  invocó su condición de diputado y exhibió como constancia el carnet que lo 
                  acreditaba como tal.  La respuesta del oficial a cargo del operativo fue 
                  terminante: ¿para qué me muestra ese carnet?  ¡Eso no sirve ni para limpiarse el 
                  c ... !
                 Ese fue el 
                  clima en que transitamos el resto del año 72 y los meses del 73 que nos 
                  separaron del golpe de estado del 27 de junio."  (3)