General Liber Seregni (9/02/1973)

El Chasque
25/10/2023

1973. Ante los hechos, el enfrentamiento de las FFAA con el Poder Ejecutivo, el Comunicado 4/73 del mismo día 9/02, el acuartelamiento de la Armada en la Ciudad Vieja, la soledad de Bordaberry, una profunda crisis económica, social e institucional instalaba uno de sus últimos capítulos antes del Golpe. Desde que la Oligarquía tomó, bajo la presidencia de Pacheco Areco, el aparato del Estado para defender a sangre y fuego sus intereses, que sería a cuenta de los trabajadores y el pueblo, se profundizó la lucha de clases.

Este discurso del General Seregni, así como otros de los años 1971 y 1972, ayudan a comprender una época, así como diferencias y continuidades con el presente, amén del apego a principios muy caros para los fundadores del FA, como eran en primer lugar la solución a los verdaderos problemas de la gente y su participación protagónica en la forja de su destino. Las diferencias con aquella época, que nos ofrece el mundo y son exaltadas por muchos “renovadores”, no pueden ocultar que el imperialismo sigue más vivo que nunca, la desigualdad es infinitamente mayor que hace 5 décadas, los sectores oligárquicos mantienen el poder económico y en una medida mucho mayor que en 1973, la masa salarial y los salarios reales son menores, la pobreza y la indigencia de mayor magnitud que entonces, el capital extranjero tiene una mayor participación en la economía como muestran estudios recientes, los organismos internacionales pesan más aún atentando contra la soberanía nacional, vía organismos internacionales, tratados de inversiones, calificadoras de riesgo y los grandes capitales, que cercenan la libertad de los uruguayos.

Bien. Estas palabras del General son una lección de un pensamiento soberano, un legado a las nuevas generaciones, de real preocupación por los más débiles, de cómo reaccionar en los momentos difíciles, de como analizar “el momento”, no dejarse llevar por movimientos tácticos pasajeros, sino desde una mirada estratégica, siempre atentos, al enemigo principal: la Oligarquía.

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Discurso del general Liber Seregni
(9 de febrero de 1973)
Compañeros del Frente Amplio:
Compatriotas del país entero:

No es un simple afán de movilización ni un deseo de reencuentro con la esforzada militancia de nuestro Frente lo que hoy nos congrega en este acto, si bien los reencuentros son reconfortantes y nuestra aptitud de movilización necesita siempre probarse a sí misma.

Este acto fue organizado en su momento para conmemorar el segundo aniversario del surgimiento formal del Frente Amplio, levantando, como consigna central, el pleno restablecimiento, de las libertades públicas y las garantías individuales. Hoy los hechos desencadenados en las últimas horas nos dan, también, la oportunidad de decir nuestra opinión y fijar la posición del Frente Amplio con respecto al conflicto planteado, en base a toda nuestra trayectoria.

En nuestro Frente confluyeron las inquietudes y la vocación de quienes luchaban con mayor tesón y con un sentido más profundo de la lucha, contra el régimen de feroz opresión que el señor Pacheco personificó e interpretó con tanta fidelidad.

Si otros sectores políticos también manifestaron su oposición a aquel gobierno nefasto, lo cierto es que fue en el Frente Amplio, donde se concentraron las esperanzas y los esfuerzos de quienes daban, a la libertad, el sentido revolucionario que la libertad debe tener para la construcción de una patria en dignidad y en justicia.

Hoy, como siempre que formuló su parecer y propuso salidas viables a los aconteceres críticos que ocurrieron en nuestro país en estos dos últimos años, el Frente Amplio sale a la calle, porqué el aire libre es su elemento natural. No nos movemos en secretos cabildeos de dirigencias esclarecidas. Llamamos a nuestra gente y nos dirigimos al resto del país desde este ámbito, para llegar mas directamente a la conciencia del pueblo, para decirle nuestra verdad, para erradicar el sentimiento de frustración y desesperanza que hoy puede advertirse en muchos, e infundirles en cambio un ánimo combativo y fecundo. Ningún bien nos es dado sin sacrificio y sin lucha, así como la esperanza y la fe se apoyan sobre una alta dosis de coraje.

Son estos ingredientes los que permitieron al Frente Amplio enfrentar las duras instancias, la verdadera prueba de fuego que significaron estos años, particularmente 1972, azotado por los rigores del estado de guerra y por sucesivas suspensiones de las garantías individuales.

Para cualquier otro conglomerado político, la experiencia recogida en este tiempo y la madurez que ella confirió a nuestra militancia hubieran sido el resultado de lustros o decenios de actividad. En dos años de vida, el Frente Amplio ha consolidado su imagen, afirmado su consistencia, robustecido sus convicciones.

Fogueados y templados por las exigencias de la persecución que, bajo distintos pretextos, se desató contra nosotros, seguimos hoy postulando una fidelidad esencial a nuestros orígenes y manteniendo la continuidad de una línea de conducta.

El 3 de noviembre propusimos al país entero, a las autoridades y al pueblo soberano, una serie de puntos concretos que servirían de base para una amplia consulta popular. Y el primero de ellos consistía en el restablecimiento de las garantías, para emprender un proceso de pacificación real, basado en determinados cambios impostergables, sin los cuales esa paz no sería más que un ilusorio status quo, generador de nuevas situaciones de violencia.

No fue atendida ni esa ni las demás postulaciones del Frente. Postulaciones mínimas -digámoslo de paso- con respecto a nuestras bases programáticas. Postulaciones que no tenemos que magnificar, ni convertirlas en un mito, al punto de que se constituyan en el centro exclusivo de nuestra acción y de nuestros planteos. Los llamados “cinco puntos” fueron la respuesta de un momento dado a una situación concreta, y si bien mantienen hoy su plena vigencia, no deben limitar el alcance de nuestras movilizaciones ni de nuestras exigencias.

Y así como expresamos hoy que no son cinco las medidas que traerán al país el bienestar, la paz y la justicia definitivas, también decimos que el solo acto formal del restablecimiento de las garantías no proporcionará a los orientales el goce de su plena libertad. ¿Por qué decimos esto, compañeros? Es imprescindible comprender que los pasos aislados no son eficaces en sí mismos, sino que deben formar parte de un conjunto de soluciones eficientes. La libertad —el don más precioso del hombre— ya no puede entenderse como la simple posibilidad de que los ciudadanos opinen, se reúnan, se desplacen, se agremien, se comuniquen o simplemente vivan sin la amenaza de los acosos, los apremios o los vetos arbitrarios de los organismos represivos. Con ser ello un avance gigantesco con respecto a la situación presente, no alcanza para configurar el sentido fecundo y creador que nosotros, desde nuestra concepción del hombre y del mundo, le damos a ese bien. La libertad es, en definitiva y la síntesis final de todos los otros bienes que el hombre tiene derecho a disfrutar en una sociedad justa. Porque sólo en la justicia se es libre.

Y en este momento difícil, en este Uruguay convulsionado de hoy, decimos que no queremos para los orientales la libertad de morirse de hambre, la libertad de envejecer en ruinas, la libertad de ser analfabetos, la libertad de enfermarse sin atención adecuada, la libertad de vivir en rancheríos y cantegriles, la libertad de emigrar en busca del trabajo que aquí no encuentran.

No compañeros, no, ciudadanos de todo el país.

En el hambre y en la miseria no hay libertad. No la hay cuando los brazos de los trabajadores crean las riquezas que disfrutan otros; no puede hablarse de libertad allí donde reina el privilegio, la injusta distribución del ingreso.¿Es que ello significa que no deben preocuparnos las violaciones de los derechos y las libertades que comprobamos diariamente? ¿Acaso debemos olvidar a los detenidos sin proceso, a los centenares de compatriotas confinados en condiciones infrahumanas y sometidos a vejaciones indignas en esta sociedad civilizada? ¿Es que habremos de diferir nuestras angustias y nuestro dolor hasta que se haya configurado el Uruguay que soñamos?

Ciertamente no, compañeros. La libertad es una vocación incondicionada, y su ejercicio debe ser tarea de cada minuto. Sólo es digno de la libertad, se ha dicho, quien es capaz de conquistarla día a día. Y sólo tienen títulos legítimos para reclamarla —agregamos— quienes, como los integrantes del Frente Amplio, han luchado por ella desde los puestos más diversos de su militancia: en el parlamento, a través de la infatigable denuncia de nuestros legisladores, pero también en la calle, en la oficina, en la fábrica, en el taller, mediante el trabajo esclarecedor de nuestras bases, nucleadas en los comités y proyectadas hacia los barrios o los lugares de trabajo.

Nuestra vocación y nuestro esfuerzo, lo repetimos, nos encontrará siempre en primera línea en la defensa de la libertad y en la lucha contra la opresión. Porque la opresión es el signo inequívoco de los sistemas en decadencia, especialmente de aquellos que, como el que hoy está vigente en el Uruguay, son la expresión del subdesarrollo y la dependencia. Una opresión que trata de ocultar la injusticia bajo la engañosa consigna de la defensa del orden.

Dijimos, el 26 de marzo de 1971: “El régimen actual no es el orden, sino el «desorden establecido». Nosotros sí queremos cambios radicales en la vida económica y social del país.
Son los que no quieren cambiar las cosas, los agentes de la violencia y los agentes del desorden.”

Esto lo dijimos el 26 de marzo de 1971, refiriéndonos al gobierno del señor Pacheco. Lo reiteramos hoy, refiriéndonos al gobierno del señor Bordaberry, pues ambos se inscriben en un régimen que, a partir de junio de 1968, ha implantado el desorden como sistema.

Nunca el país, aunque cueste creerlo, ha tenido mejores posibilidades de recuperación y de desarrollo genuino. Nunca como ahora, la lana y la carne han alcanzado tan elevados precios en el mercado internacional. Se trata de una riqueza nunca vista antes en nuestro país. Y al mismo tiempo, el pueblo nunca ha vivido con una pobreza mayor. ¿Es que no es esto subversión? ¿A dónde va a parar toda esta riqueza que generan los peones rurales, los productores, los obreros de los frigoríficos? Va a engrosar las cuentas que los malos orientales tienen en Las Bahamas, en Suiza, en los Estados Unidos. ¿Es que no es esto subversión, desorden establecido, tolerado, fomentado por el régimen?

¿Qué sueldo, qué jornal alcanza para vivir hoy? ¿Cuántas horas por día deben perder nuestras compañeras, las amas de casa, en las colas de víveres? ¿Cuántas veces nos resulta imposible obtener los artículos más esenciales, no importa a qué precio?

Y todo esto, ¿no es desorden, no es subversión?

Nunca el ciudadano ha presenciado una corrupción generalizada como la que implantó el régimen pachequista, y que hoy continúa. Desde los ministerios, los banqueros especulan sin control alguno; los ministros empresarios de la construcción ganan licitaciones de obras públicas; nunca se montó una estafa tan gigantesca como la que deben soportar los miles de uruguayos que intentaron construir su vivienda. ¿Es éste el orden que nos prometieron?

¿Es este el estilo de vida uruguayo?

Cuando se trata de reprimir el descontento, el gobierno ha demostrado una eficacia inigualada: pero cuando se trata de impedir la corrupción, todos los mecanismos fallan.

¿Qué está haciendo la Comisión de Represión de Ilícitos Económicos? ¿Existe o desapareció? ¿No está enterada de que hay bancos que especulan con moneda extranjera? ¿No sabe que el contrabando de ganado al Brasil, conjugado con esa risible propaganda que agradece a la veda de carne, constituye sí un acto subversivo?

Todo verdadero oriental está dispuesto a sacrificarse, a aceptar voluntariamente la veda si se trata de que la patria supere una situación difícil. Pero nadie puede estar dispuesto a que su sacrificio sea aprovechado por unos pocos estancieros contrabandistas.

¿Cuándo habían presenciado ustedes el hecho insólito de que un director de un ente autónomo, cuya gestión le valió que una comisión parlamentaria resolviera enviar a la justicia penal los antecedentes de su gestión, fuera premiado con una jubilación superior al medio millón de pesos mensuales, y todavía una representación ante un organismo internacional remunerada principescamente? Éste es el estilo de vida del régimen; éste es el actual estilo de vida uruguayo, el que imponen aquellos que no saben que la paciencia del pueblo tiene también su límite.

El señor Bordaberry cumple ya su primer año en la presidencia de la república. Un año es tiempo más que suficiente para corregir errores, para iniciar soluciones que permitan la superación de la crisis económica y social.

Se ha perdido un año, y ello es grave, porque no se trata sólo de que el camino de las soluciones se demora, sino que la situación económica y social, mientras tanto, se agrava.

El gobierno, el señor Bordaberry, no sólo no ha sabido corregir el desorden, sino que ha contribuido a agravarlo. El gobierno se ha convertido en el mayor agente de desorden que sufre la patria, que opone entre sí a los orientales, que impide una verdadera concordia entre los patriotas de verdad.

El señor presidente no ha tenido la capacidad ni la voluntad de corregir la situación que vive la patria, y ha tratado de ocultar su ineptitud reprimiendo toda manifestación del descontento popular. No se ha comportado como un presidente de los orientales, sino como el representante de un reducido grupo social, cuyos intereses comparte. Y es por esta razón que ha sido incapaz de transmitir a todos los uruguayos una actitud de seguridad, de calma, de solidez y respeto, de confianza y de tolerancia.

El Frente Amplio tiene plena autoridad para hablar en estos términos, con firmeza y con seriedad. El Frente Amplio, en las horas difíciles de abril del 72 ofreció al gobierno soluciones concretas a la crisis que entonces vivía el país, y que significaron, en última instancia, la posibilidad de un apoyo crítico.

El señor presidente pudo contar con el apoyo del Frente para construir. Pero prefirió realizar un acuerdo mezquino, que aseguraba una mayoría parlamentaria regimentada, un acuerdo para sobrevivir. El señor presidente es el único responsable de no haber gobernado con todos los orientales, en beneficio de todos los orientales. Prefirió el aislamiento, y la dureza; sólo supo ser tolerante con algunos corruptos, a quienes premió con privilegios y embajadas, con impunidad y con ventajas.

Es deber de un gobernante encontrar o buscar salidas positivas a las angustias de su pueblo. Y ese deber no fue cumplido por el señor presidente. Su gestión es una acabada muestra de ineptitud para conducir los destinos del país.

Por eso nadie puede pensar que los dramáticos sucesos que hoy se viven están desarraigados del proceso económico, político y social del país; por el contrario, derivan de ese proceso.

Hoy el señor presidente agotó la confianza que le puede prestar el pueblo uruguayo, los orientales honestos. Hoy nadie, seriamente, puede suponer que el señor Bordaberry es capaz de encabezar un movimiento generoso y limpio, donde tenga cabida el esfuerzo de todos los orientales que quieren colaborar en la salvación de la patria. La crisis afectó la confianza del pueblo. Esta crisis, pues –aunque parezca en estos momentos que las instancias de mayor tensión, las instancias que reputábamos dramáticas, pueden estar en trámite de superación– esta situación, no se soluciona con un mero cambio de ministros, ni aun con el cambio del gabinete entero. Hay que recomenzar de arriba abajo, para poder reconstruir la patria de abajo arriba.

Nos congratularíamos, compañeros, si las instancias dramáticas que han angustiado a todo el país fueran superadas.

Dijimos en su oportunidad, el 29 de abril, “basta de sangre entre orientales”; y nuestra angustia y preocupación de los momentos tensos que se vivieron es que hubiera podido correr, otra vez, sangre entre orientales por incapacidad e inepcia en la conducción de los destinos de un país.

Y es por eso, porque los hechos que han sucedido en los últimos días son el producto de toda una gestión, que no creemos que el simple cambio de gabinete solucione estos problemas de fondo.

Por todas estas razones, entendemos que el señor presidente debería renunciar. Y entendemos que esta decisión que le sugerimos va más allá del simple acto político. Es un imprescindible gesto patriótico, idóneo, necesario para insinuar un camino que conduzca a la reunificación de todos los orientales honestos.

La presencia del señor Bordaberry entorpece las posibilidades de diálogo. La renuncia, del señor Bordaberry abriría una perspectiva de dialogo.

Y solamente a partir de ese diálogo restablecido es viable la interacción fecunda, entre pueblo, gobierno y Fuerzas Armadas, para comenzar la reconstrucción de la patria en decadencia.

La militancia frenteamplista está preparada, como siempre, para el diálogo sincero y fecundo; y también está preparada para la acción. Hoy más que nunca debe estar preparada para la acción. Por eso militancia y dirigencia del Frente Amplio están prontos a conceder su apoyo crítico a todas las instancias políticas, económicas y sociales que vayan en defensa de la causa popular.

Tenemos confianza en que la experiencia política que hoy vive el país, no caerá en el vacío. Sólo las soluciones de fondo, soluciones como las incluidas en el programa de nuestro Frente, pueden terminar con los padecimientos nacionales. La experiencia que hoy vivimos, el pueblo no la olvida; que tampoco la olvide el titular de la presidencia.

Y ahora, como Artigas, “La causa de los pueblos no admite la mayor demora”.

¡Compañeros! Compañeros militantes del Frente Amplio: no hemos de permanecer como espectadores, ajenos a los hechos que se están sucediendo. Porque no es cosa de balconear sucesos que pueden marcar inexorablemente nuestro futuro inmediato. Balconear los sucesos de hoy es una manera de convertirse en cómplice del régimen.

Para ser válida, cualquier solución necesita del apoyo del pueblo, de un pueblo consciente y alerta, capaz de decidir su propio destino.

No puede haber soluciones nacionales sin que el pueblo organizado participe y decida.

Nadie puede pretender el monopolio de la reconstrucción de la patria; todos los orientales tienen el deber y el derecho de intervenir en la empresa nacional.

Por eso, en las etapas futuras del país la consulta popular será en su momento una etapa insoslayable. Sólo un pronunciamiento de toda la ciudadanía sobre las cuestiones de fondo que agitan a la nación, puede propiciar una salida definitiva y viable al descalabro presente.

La historia que se está gestando, si ha de ser genuina, verdadera historia patria, no se produce en la negociación oculta, en la transacción reservada a unos pocos.

Compañeros militantes del Frente Amplio: codo a codo con todos los verdaderos patriotas; cualquiera que sea su divisa política, deben ustedes contribuir a que esta encrucijada que hoy vivimos se convierta en camino ancho que nos conduzca a un mejor futuro nacional.

La patria es de todos, y se conquista luchando junto a todos los verdaderos patriotas; la construye el obrero y el ama de casa; la construye el estudiante y el profesional; tienen que construirla también el militar y el campesino.

Nada de falsos dilemas, de opciones falsas.

Nada de dogmatismos ni de los prejuicios y falsas oposiciones con que intentan defenderse los oligarcas y políticos corrompidos, una vez más la cuestión es sólo entre la oligarquía y el pueblo, entre los que comercian con nuestra soberanía y los que saben honrar la memoria de Artigas.

La consigna de la hora es un alerta general a todos los militantes frenteamplistas. Cada uno debe ocupar su puesto de combate en el sindicato, en la fábrica, en el comité barrial.

¡En alto nuestras banderas! ¡En alto la enseña patria, la bandera que hemos jurado defender hasta la muerte! ¡En alto la bandera de Otorgues, nuestra enseña de combate, la que simboliza nuestros principios y nuestro programa!

¡Una sola voz: a continuar la lucha, compañeros, que la lucha es hermosa y la empresa es grande!