Escrito hace cinco años, publicado en la revista Estudios de Uruguay, creo que mantiene toda su vigencia en la actual coyuntura que vive nuestro país y el mundo, en torno a la confusión ideológica, el rebajamiento de la izquierda, las concesiones a la clase dominante.

Ruben López – www.quehacer.com.uy

HISTORIA, MARXISMO Y POLÍTICA
Maria Battegazzore 1ª parte.

Así, pues, como nada hay en el mundo que no esté lleno de necedad, y hecho por necios y para necios, yo aconsejaría a aquel que pretendiera ir contra la corriente que, imitando a Timón, el misántropo, se vaya a un desierto, y allí solito podrá refocilarse con su sabiduría.

 Erasmo – Elogio de la Locura.

Como en todas mis ideas me veo solo porque nadie piensa como yo, me sucede a ratos que dudo si estoy loco viendo que soy solo en todo, y que cuanto digo a todo coge de nuevo.

Félix de Azara – Carta a Miguel Lastarria – 13-2-1801

Pensar a contracorriente no ha sido nunca sencillo. En algunos momentos pudo ser fatal. Hoy, las opiniones discordantes, a veces la casual constatación de un hecho -el rey va desnudo- apenas provocan una irritación exasperada, que impide todo intercambio razonado y razonable. En un país y en un medio más o menos intelectual y politizado, en los que la discusión alguna vez constituyó un deporte universal, causa cierto asombro la uniformización de criterios, la fuerza irresistible de la correntada. Sólo se admite lo reiterativo, hasta en el lenguaje y las formulaciones. En realidad, las palabras y las fórmulas se han vuelto sagradas y sustituyen a las cosas. No es de extrañar que algunas categorías, como revolución o imperialismo, sean innombrables, verdaderas proscriptas. El mal gusto de emplearlas es signo de dolencias tales como “sesentismo”, “ideología”, “fundamentalismo”, “tener los ojos en la nuca”. A ellas se suma la palabrita “radical”, que los medios asocian sistemáticamente con conflicto y violencia, cuando no con terrorismo. 

Desgraciadamente, pensar contra la corriente no asegura la sabiduría ni el acierto: sólo cierta ajenidad por incomprensión recíproca y alguna prevención ante la descalificación automática. Lo más curioso es que se proclama la tolerancia como valor supremo y a la vez, en su nombre, se condena toda discrepancia. Lo que esta tolerancia tolera peor son las convicciones definidas. El resultado es un eclecticismo equidistante que habilite el “realismo político”, otrora conocido como oportunismo. Rodney Arismendi se refirió al eclecticismo como “la concepción intelectual más pobre, más impotente y más chatamente acomodaticia”. Porque son más fecundos, intelectual y moralmente, conceptos o paradigmas erróneos, pero claros y distintos, que las nebulosas y confusas indecisiones del relativismo actual, que ha descartado el concepto de verdad, para adoptar el de “verdades”, con adjetivo posesivo inevitable.* [1]

El propio concepto de “tolerancia” es todo un síntoma. Implica condescendencia, un esfuerzo por soportar, aguantar, no prohibir -definición de “tolerar” en el diccionario-, de lo que se sigue una relación de superioridad del tolerante sobre el y lo tolerado. El relativismo implícito tiende a amortiguar toda contradicción. El politólogo Oscar Bottinelli, preocupado por las “crispaciones” del lenguaje, puso de moda ese desagradable vocablo desde su columna radial. Advierte: “no se está diciendo que quienes están crispados (...) carezcan de razón, sino que independientemente de las razones que tengan hay que tener cuidado cuando un país empieza a perder la tolerancia y la serenidad y emergen las crispaciones”.[2]

El desierto que recomendaba Erasmo es una tentación frecuente pero poco practicable. Con rodoniano “optimismo paradójico”[3], intentaré algo, desde la leve esquizofrenia del Uruguay del progresismo, en el cual cada vez se hace menos claro el reconocimiento, en la conciencia social, de “la corriente” y por tanto del contenido de un proyecto antisistémico.

Quizás habría que buscar la ayuda de los humoristas pues, como dijo Julio Suárez: “Lo que pasa con un humorista es que vive fuera de los convencionalismos y ve las cosas en paños menores aún en los momentos de mayor dramatismo”.[4] Y, como en la caricatura, habrá exageración de algunos rasgos, en detrimento de otros. Pero si se trata de enderezar la vara, no basta la equilibrada perpendicularidad.[5]

Por otra parte, estas reflexiones, iniciadas para aclarar mi propia comprensión, no exenta de carga afectiva, de un proceso complejo, procuran indagar en las condiciones del terreno que permitió que algunas especies ideológicas germinaran y prosperaran hasta dominar visualmente en el paisaje. Como las ideas no se desarrollan en el vacío ni sólo en función de su lógica interna, las referencias a otros aspectos, aunque someras y parciales, serán inevitables.

LA HISTORIA COMO RELATO

...habiendo y debiendo ser los historiadores puntuales, verdaderos y no nada apasionados, y que ni el interés ni el miedo, el rencor ni la afición no les haga torcer del camino de la verdad, cuya madre es la historia, émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo de lo pasado, ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir.

Miguel de Cervantes – El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.

Confundiendo la historia en tanto proceso objetivo, con la historia en tanto investigación y análisis de ese proceso, esta disciplina ha venido sufriendo una doble reorientación, que no es ajena a las corrientes del pensamiento globalizado, pero que se corresponde con coordenadas intelectuales e ideológicas inherentes al proceso uruguayo.

En primer lugar, aparte de investigaciones especializadas y de circulación restringida al ámbito académico, los estudios históricos se han volcado en gran medida a las mentalidades y comportamientos, de colectivos o individuos, con acento en la vida privada y amplio espacio para la crónica de lo anecdótico y lo excepcional. Esta orientación ha promovido un resurgimiento de la novela histórica, y una corriente que intenta la historia o la biografía noveladas, con resultados en general menos estimables. Las publicaciones de memorias o biografías, frecuentemente en forma de reportaje, han sido éxitos editoriales. La historia regresa a una arcaica condición de relato, en el sentido de narración. Los testimonios se aceptan en estado bruto, la aproximación crítica a las fuentes pasa a segundo plano. O no interesa, desde una posición para la cual, por definición, todo documento no es sino discurso y representación. En la posmodernidad, la historia también ha devenido discurso.

Por otro lado, el campo de los estudios históricos se ha restringido, casi exclusivamente, al pasado inmediato, a la llamada historiareciente, para lógico beneficio de politólogos, sociólogos, economistas y periodistas, a los que corresponde más precisamente que al historiador esta investigación y recopilación. Más allá de valoraciones de cualquier orden, Engels señala la imposibilidad de hacer “un balance general” de todos los factores, “múltiplemente complejos y constantemente cambiantes, máxime cuando los más importantes de ellos actúan, en la mayoría de los casos, escondidos durante largo tiempo (...) Una visión clara de conjunto sobre la historia económica de un período dado no puede conseguirse nunca en el momento mismo, sino sólo con posterioridad, después de haber reunido y tamizado los materiales”.[6]

Pudiera no ser el conocimiento del pasado lo que importa. Pues el texto de Cervantes habilita la ironía borgeana: “La historia, madre de la verdad; (...) no define la historia como una indagación de la realidad sino como su origen. La verdad histórica, para él, no es lo que sucedió, es lo que juzgamos que sucedió. Las cláusulas finales -ejemplo y aviso de lo presente, advertencia de lo porvenir- son descaradamente pragmáticas”.[7] “Elaborar un pasado útil”[8] cuyo sentido original auspiciaba la revisión crítica de la historia nacional, también puede tener una lectura pragmatista que convierta a la historia en una confección a la medida del usuario.

Y para no confundir la política con laideología, lo que lleva a construir la política desde referencias culturales. En rigor, toda propuesta política y su proyección operativa necesitan de un relato histórico que los sitúe en su presente, no que los amarre al pasado, y requieren incluso de un origen que les aporte una cuota de identidad rastreable en el tiempo. Sus perfiles de Memoria Colectiva -siempre reconstruidos, no meramente reconocidos- inciden en las prácticas sociales de manera similar a las ideas, los programas, los liderazgos o las estrategias”.[9]

El enfoque utilitarista es transparente; asimismo la función ideológica asignada a la historia, paradójica en quien aspira a separar política e ideología y hacer abstracción de los referentes culturales. La herencia histórica real -las referencias culturales- es desechada a favor de la construcción de la memoria. Por tanto, la historia también se concibe como relato, en el sentido de discurso interpretativo, aunque apenas sea un pequeño relato, siempre reconstruido, que ni siquiera pretenda dar cuenta de la realidad del pasado, sino de las exigencias actuales.

Estudiar la historia desde el presente, como proponen el duplicado profesor de Saramago y algunas corrientes pedagógicas, tiene el peligro de inducir a seleccionar en el pasado aquellos elementos que “expliquen” el presente, según el, más o menos leal, saber y entender de cada uno. La compleja contradictoriedad del acontecer histórico se suplanta por reconstrucciones lineales en las que ya sabemos que el naipe es una sota. Permite pensar los procesos históricos como predeterminados. En el caso uruguayo, ver al “pachecato” como una calle flechada hacia la dictadura. Sin embargo, la crisis económica, política e ideológica que sacudió los cimientos del viejo Uruguay, incubaba la posibilidad de una dictadura fascista pero también la del avance democratizador, impulsado por las fuerzas populares que radicalizaban sus posiciones, fortalecían su organización, forjaban su unidad. Esas y otras tendencias interactuaban en ese complejo y multilateral “juego de acciones y reacciones”, signado por la agudización de la lucha de clases, en el que se disputaba el carácter y la hegemonía del bloque social alternativo. Aunque el discurso político, por necesidad retórica, hablara de las “fuerzas regresivas”, nada camina para atrás en la historia ni en la vida. Todos perseguían distintos y a veces contrapuestos “adelantes”. Arismendi planteó reiteradamente esta multilineal potencialidad del período. A la vista de la síntesis histórico-política que hoy prevalece, fue menos comprendido de lo que entonces podía pensarse.

 

EL ESPEJO DEL MUNDO

...te diré todas mis ideas acerca de la Casa del Espejo. Primero, está la habitación que puedes ver a través del vidrio –es igual a nuestra sala, sólo que las cosas están invertidas. Puedo verlo todo (...) excepto el pedazo justo detrás de la chimenea. (...) Me gustaría tanto saber si tienen un fuego en el invierno; nunca se puede decir, ya sabes, excepto cuando nuestro fuego humea, y entonces el humo también sube en esa habitación –pero puede ser sólo simulación...

Lewis Carroll - A través del espejo

Desde la “restauración democrática”, en 1985, cobró cuerpo, multiplicada por las publicaciones y la sistemática divulgación a través de los medios de comunicación -cada uno tuvo sus cientistas sociales de cabecera- una versión de la historia que tendía a explicar el proceso previo a la dictadura a través de lo que se dio en llamar la “teoría de los dos demonios”: la dictadura era respuesta al  “violentismo”[10] social, encarnado fundamentalmente en el MLN y la lucha armada. Este enfoque aprovechaba a la derecha, pues justificaba la represión dictatorial y sus logros “pacificadores”, a los que no quería renunciar, ahora bajo el nombre de gobernabilidad.[11] A la vez contribuía a legitimar la Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado, nombre tan absurdo como el engendro jurídico que consagró la impunidad de los delitos de militares y policías y, en este rubro, la subordinación del poder judicial al ejecutivo, que detenta la interpretación de la ley en cada caso. Aún hoy, cuando, luego de veinte años y cuatro gobiernos constitucionales, y gracias a la nueva exégesis del Ejecutivo frentista, esos crímenes y sus autores empiezan a salir del ocultamiento oficial, no falta quien siga justificando aquella medida como contrapartida de la amnistía otorgada a los presos políticos.[12]

Ese relato también convenía al MLN, que no dejó de abonarlo, pues afirmaba su protagonismo histórico. Pero no fue rebatido, convencida y convincentemente, por otras fuerzas políticas, como el PCU y el PS, que preferían dejar en una discreta penumbra sus posiciones revolucionarias del pasado para encarrilarse en la institucionalidad restaurada. A pesar de que han recibido reconocimiento público hechos como los “vuelos de la muerte” que trasladaron prisioneros políticos de Argentina a Uruguay, descubriendo que los supuestos desaparecidos en aquel país fueron asesinados en éste, cuando se han confirmado enterramientos clandestinos en terrenos militares, el gobierno frenteamplista al instituir el Día del Nunca Más legitima, con marchas y contramarchas, la teoría de los dos demonios al postular “nunca más enfrentamientos entre uruguayos”. Esta formulación original fue pulida hasta la confusión por el presidente Vázquez,  para hacerla más potable a la izquierda y evitar la oposición en el seno del FA. Pero fue inteligentemente recogida y amplificada por los medios y los partidos de derecha que apoyaron la iniciativa y concurrieron al mudo acto de “reconciliación” junto con los oficiales uniformados, que asistieron por orden de sus comandantes, en sustitución del planeado desfilemilitar, que habría provocado excesivas “crispaciones”.

Hay una sistemática orientación ideológica tendiente a “desaparecer” de la historia reciente al movimiento obrero y la lucha de masas, sus avances en conciencia, combatividad y organización. En una compilación de memorias -o desmemorias- Fernando Butazzoni define, en un acápite, el carácter de los años finales de la década del 60 como sacudidos por “la revuelta estudiantil contra el pachequismo” con filiación en el mayo francés, luego de “una brecha de casi cuatro décadas de (...) resignación, gris sobre gris”.[13]

Sólo una pronunciada amnesia o un gusto tenaz por las interpretaciones globalizadoras pueden ignorar que en esas cuatro resignadas décadas vacías, en un proceso desde el pie, paciente y consciente, se forjaron la unidad del movimiento sindical, la alianza de la clase obrera y las capas medias urbanas, en particular, los intelectuales, para culminar en el Frente Amplio, que podría fin al sistema bipartidista. Y que la consigna del movimiento estudiantil, que era algo más que revoltoso -el adjetivo que corresponde a revuelta- fue: “Obreros y estudiantes, unidos y adelante”. Consigna y realidad que estaban presentes ya en las batallas por la autonomía universitaria y el cogobierno de 1958. Encuentros y desencuentros de la Universidad con la revolución e Insurgencia juvenil de Rodney Arismendi, analizan, años antes del 68,  esta problemática en el contexto de la crisis uruguaya y la situación internacional, en particular latinoamericana, donde, “esa gran llama revolucionaria que Cuba avivó con su ejemplo, estremece al Continente y arde en formas diversas de combate”.

Por otra parte, entender la lucha de los estudiantes y los intelectuales uruguayos de la década del ’60 como resultado de la influencia del mayo francés expresa un enfoque encerrado en la dependencia, una visión eurocéntrica o, recordando otra vez a Rodó, “nordomaníaca”. Los estudios históricos sólo se ocupan de las influencias del Norte sobre el Sur; descartan las ejercidas en el sentido opuesto. América Latina es pensada como mera receptora de ideas y movimientos que le llegan de afuera. Poco y nada nos interrogamos acerca de la gravitación de los acontecimientos latinoamericanos en la historia europea, que sigue siendo concebida como la historia de la humanidad. Sin embargo, no hay duda de que los movimientos de liberación latinoamericanos y, en particular, la revolución cubana repercutieron grandemente en la conciencia política y filosófica delmundo, el “primero” incluido, en la segunda mitad del siglo XX. Registramos minuciosamente la inspiración del pensamiento de la Ilustración, de las revoluciones norteamericana  y francesa en el proceso de la Independencia hispanoamericana; no percibimos que ese gigantesco movimiento revolucionario contra el colonialismo y el absolutismo “conmovió al mundo” en su época. Puede resultar entonces casi sorprendente la atención y simpatía que despertó en sus contemporáneos, la primera generación de revolucionarios rusos, los decembristas.[14]

Uno de los artículos de fe más difundidos es la desaparición del proletariado, y en el mundo de las transnacionales y los fondos de inversión[15]construyen -o reconstruyen, en un nuevo avatar de Agnes la hacendosa, ahora provista de computadora y ADSL- la vieja fábula del empresario emprendedor, mónada guiada por su interés individual, al que se le prometió el reino de este mundo, para enviarlo al purgatorio de las PYMES que encubre, en tantos casos, el empleo informal, las tercerizaciones, los recortes del estado o desesperadas salidas al desempleo.

El relato marco de esa operación es la “sociedad del conocimiento” y la “nueva economía”, presuntos corolarios de la revolución técnico científica. Muchos intelectuales y políticos progresistas creen, como el historiador Julio Rodríguez, aunque con menor erudición, “que el capital postmoderno está dentro de las neuronas de los especialistas y no en el peso muerto de los ingenios tecnológicos de corta vida”, algo que los “gigantes... no terminan de comprender”[16] y prosiguen sus locas fusiones y adquisiciones. Según esta visión, la nueva organización sistémica de las fuerzas productivas conduce a la hipótesis “fundadora de toda actividad liberadora”: “que la reversión al sí-mismo, de la reapropiación de las fuerzas productivas, sólo puede ser resultado de una revolución tecnológica que en un mismo proceso desvalorice (...) el medio de producción y revalorice (...) la función creadora de ingenios del productor directo. No se trata, pues, de la ‘insurrecta’ reapropiación de un sistema histórico de producción...”.[17]

En cambio, Daniel Olesker señala que “... la mayoría de los activos (...), el 73 %, trabaja bajo formas asalariadas de producción. (...) el nuevo modelo de desarrollo social y económico del Uruguay en el marco del Cono Sur capitalista, ha generado una expansión de la fuerza de trabajo asalariado, bajo nuevas condiciones de trabajo y organización...”.[18] Habría que analizar la composición de la que Olesker llama “clase subordinada”, y sobre todo las nuevas formas y condiciones de trabajo, para trazar las líneas de la estrategia y la táctica. De hecho, era uno de los temas que, en 1983, Arismendi proponía en Marx y los desafíos de la época. Wladimir Turiansky, señala: “La universalización del capitalismo, la aparición de fenómenos nuevos, como la llamada ‘nueva economía’ (...) el crecimiento desmesurado (...) del capital financiero parasitario, la reducción hasta límites que terminan por hacerlo imperceptible casi, del tiempo de trabajo actual, no acumulado, como consecuencia de las nuevas tecnologías, hacen que ocurra con la plusvalía lo que ocurre en el juego de la mosqueta (...) En el juego hábil de las manos del mosquetero, la pelotita se nos ha desaparecido. Pero no, ella está ahí, y es tarea de los revolucionarios de hoy desentrañar los mecanismos de explotación que el hábil mosquetero capitalista ha puesto en juego...”.[19]

Parafraseando el dicho de Althusser sobre la materia y el materialismo, cuando tantos declaran que la clase obrera desapareció, habría que oír el discurso silencioso de sus deseos: que el marxismo, que el socialismo desaparezcan. Y sobre todo la perspectiva revolucionaria. 

Dentro de la lógica de las simetrías del espejo se ha instalado con fuerza el concepto de “modelo”. Pensar la historia y la política según modelos de desarrollo lleva, si forma parte de la abstracción generalizadora, a pretender que la vida imite a la teoría. “No desenvuelve su pensamiento de acuerdo al objeto, sino que desarrolla el objeto partiendo de su pensamiento terminado en sí y que se ha terminado en la esfera abstracta de la lógica”.[20]

Si se está más cerca del pragmatismo y del pensamiento analógico, se edifican modelos sobre la base de experiencias concretas, más o menos próximas. La URSS impuso su modelo de socialismo, luego de la revolución cubana se propone la guerrilla como vía universal, hubo adherentes al modelo chino. Desde tiendas no siempre diversas, se recomienda el modelo chileno o el modelo Lula; hasta su crisis, a derecha e izquierda había entusiastas de los tigres asiáticos. Como moda y modelo deben tener la misma raíz, muchas veces los cultores de un modelo se convierten en partidarios de otro según pasan los años. Esto no significa que no se analicen las diversas experiencias sociales y políticas y se aprenda de ellas. Pero las conclusiones deben dar cuenta de lo general tanto como de lo particular e intransferible pues “no existen cualidades sino cosas con cualidades”.[21]

PARA UNA HISTORIA OFICIAL

Esa versión de la historia no sólo reduce el marco cronológico sino también el conceptual, para hacerse estrechamente institucional-partidaria. Elude, sobre todo el análisis económico y social de una crisis que estalla bajo el gobierno apenas constitucional de Pacheco, pero cuyos inicios se descubren en la década de 1950. La síntesis que dos economistas hacían en 1967, parece olvidada. “La decadencia del sistema económico uruguayo se manifiesta en una neta reaccionarización de la ideología política dominante: representación más directa de las clases altas en el gobierno, defensa más desnuda de sus intereses, auge de una concepción neoliberal, antiestatista, y -como corolario- apertura desembozada hacia el capital y la influencia extranjeros. (...) el FMI ha tenido un peso determinante en la conducción económica de los últimos ocho años. Si bien la crisis preexistía, (...) y si bien la intención de las clases dominantes ya era la de reforzar sus privilegios y hacer recaer sobre el resto del país el peso de la crisis, el FMI les proporcionó el método, el apoyo extranjero y una racionalización teórica tras la cual parapetarse”.[22]

Asimismo quedan en la sombra importantes desarrollos teórico-prácticos cuyo eje fuera un programa de transformaciones radicales, revolucionarias y emancipadoras. Jalones fundamentales de ese itinerario son, por su prolongada trayectoria y  su profunda influencia política e intelectual, los nombres de Rodney Arismendi, Vivián Trías y Carlos Quijano. Más allá de las duras polémicas que sostuvieron, la perspectiva del tiempo realza la esencial confluencia de sus caminos en la laboriosa construcción de una conciencia latinoamericana, antiimperialista, de la alianza del proletariado, el campesinado, las capas medias urbanas y, muy notablemente, los intelectuales, en torno a un proyecto democrático-liberador radical. Porque la batalla de ideas, era parte de la tarea de educar a las masas. “Las masas aprenden por su propia experiencia pero la lucha ideológica es la toma de conciencia que complementa esa experiencia...”.[23] Los tres eran, en distintos grados, hombres inmersos en la práctica política y como periodistas, ensayistas, oradores, hacían propaganda, en el noble sentido que da Rodó a esta palabra, hoy degradada a publicidad.

Las “clases” de Historia que, por iniciativa de la ANEP, se impartieron el año pasado por TV, dirigidas a profesores y maestros, son un buen ejemplo de la reducción de los procesos históricos a relatos lineales, sobredeterminados por una oposición simple y simétrica, otros “dos demonios” - la guerra fría, el “mundo bipolar”. En esta perspectiva, la historia de los países del tercer mundo aparece como subproducto del conflicto global.

Y, al mismo tiempo, este procedimiento por el que un grupo de profesionales seleccionado, dicta cátedra al resto de los mortales docentes, es signo y síntoma de una modalidad dirigista, bastante insólita para la tradición de la izquierda uruguaya. Es posible pensar que estas emisiones buscan instalar, multiplicada en escuelas y liceos, una versión ostensiblemente neutral y políticamente correcta, resistente al escrutinio de los partidos opositores, que no se privaron, sin embargo, de algunos ataques preventivos. La objetividad se entiende como equidistancia, equitativa simetría.

De hecho, la intervención de los actores políticos en cuestiones educativas, a pretexto de defender la laicidad, se hizo costumbre tácita. Fue expresamente reclamada, por José Rilla[24], historiador y politólogo, que consideraba que dar participación en el debate educativo a las organizaciones sociales y a la población en general, a través de asambleas barriales, era volver a recorrer el camino que nos llevó a la dictadura. El argumento puede sonar extemporáneo y bastante oscuro, porque lo dicho es la punta del iceberg. Al gastado recurso de agitar el fantasma golpista, agrega un intenso prejuicio contra los militantes de base que, a su entender, acudieron a las asambleas zonales, para imponer un “pensamiento único”. Es un extraordinario razonamiento circular: sólo los militantes participan; todos los que participan, son militantes; los participantes invalidan la participación. Y hay un juicio implícito: la dictadura sería consecuencia de la militancia, que debilitó el sistema representativo. En este planteo ¿hay una interpretación histórica influyendo en la práctica política? O ¿será más justo decir, una construcción de la historia a medida de una táctica partidaria?

La afirmación del marco representativo y el rechazo a las formas de democracia directa aparecían con fuerza, a fines de los ’80, en la revista Zeta, órgano del PGP: la modernización de la política reclamaba los “partidos de opinión” por oposición al “encuadramiento” en organizaciones partidarias.

Si el gobierno progresista, cuya consigna electoral fue “Por un país productivo” está empeñado en “honrar la deuda”, ganar la confianza de “los mercados”, para colocar bonos de “deuda soberana” y atraer inversiones extranjeras a las que sigue concediendo zonas francas y otros privilegios, si admite la concentración y extranjerización de la propiedad de la tierra; si contradice la tradición autonomista de la educación uruguaya, es lógico que, como el Shi Huang Ti de Borges, pretenda abolir un pasado que puede interpelarlo. “El modelo económico que aplica el gobierno pone en riesgo un proyecto histórico y una estrategia de acumulación de experiencia del movimiento popular que inició en la década de los 60 (...) el actual gobierno progresista podría haber adoptado la concepción emancipadora del programa histórico de la izquierda -adecuándolos en sus instrumentos a la actual situación de la economía nacional y mundial- y no lo que hizo, al asumir como propio el programa del FMI al margen de los estragos y la devastación que ha generado en nuestro continente”.[25] 

Pero el concepto mismo de emancipación o liberación, en el doble sentido, nacional y social, que fuera el eje de la elaboración teórico-política de la izquierda, se ha diluido en la consigna del “país productivo”, tan servicial cuanto indecisa, al menos en su formulación pública. Ella se queda en el plano de la política –o, mejor, de las políticas- en un sentido estrechamente administrativo, es decir,desde arriba, como actividad restringida a una élite (políticos, académicos, empresarios, inversionistas). El contenido del programa se discutió en esos foros; para el discurso dirigido a “la gente” quedaron generalidades hueras y apelaciones sentimentales, como la asistencia a los pobres, la economía doméstico-rural, y otras ternuras.

Voluntaria y expresamente se han cortado los lazos entre el gobierno y la “fuerza política”, instaurándose una modalidad paternalista, un protectorado autoritario. La advertencia del veto presidencial a la despenalización del aborto y el reciente anteproyecto de ley de educación muestran claramente una tendencia a colocar todas las decisiones en el ámbito del poder ejecutivo, único que parece ostentar la representación ciudadana. En los hechos, la gobernabilidad, asentada en el pacto de los partidos tradicionales que aseguraba mayorías parlamentarias disciplinadas, contribuyó no poco al descaecimiento de la independencia y el peso político del poder legislativo.

Arismendi, en cambio, asignaba al protagonismo de las masas, conscientes y organizadas, la posibilidad del avance democratizador: “La democracia avanzada no es un acto (...) es un proceso de combate programático (...) de desarrollo de la lucha de clases (...) de imposiciones mediante el empuje popular”.[26]



*      Salvo aclaración en contrario, el énfasis en los textos citados me pertenece. M. B.

[1]      ... recordemos con Bacon que toda ciencia progresa a partir del error y no de la confusión...”  A. Borón, Tras el búho de Minerva, CLACSO-FCE, Bs. As., 2000, Pág. 87.

[2]      La importancia de la tolerancia y la serenidad (13-10-06) www.espectador.com.uy

[3]      ...hay pesimismos que tienen la significación de un optimismo paradójico. (...) Lo que a la humanidad importa salvar contra toda negación pesimista es, no tanto la idea de la relativa bondad de lo presente, sino la de la posibilidad de llegar a un término mejor por el desenvolvimiento de la vida, apresurado y orientado mediante el esfuerzo de los hombres”. J. E. Rodó. Ariel. Montevideo, 1964, Págs. 13-14.

[4]      Reportaje en Época (18-11-62) En Peloduro. Junta Departamental, Montevideo, 1996, Pág. 13

[5]      Decía Lenin que si una vara está curvada hacia un lado y se quiere enderezarla, no basta llevarla a la posición correcta; es preciso curvarla hacia el lado opuesto.

[6]      Introducción a Las luchas de clases en Francia (1895) Marx-Engels. O. E. Progreso, Moscú, 1969. Pág. 690

[7]      Jorge L. Borges. Pierre Menard, autor del Quijote. En Ficciones. EMECÉ, Bs. As., 1956. Pág. 45. Énfasis del autor.

[8]      Carlos Real de Azúa. Antología del ensayo uruguayo contemporáneo, UDELAR, Montevideo, 1964.

[9]      León Lev. Marxismo en el Uruguay. En Marx hoy. Encuentro sobre vigencia y actualización del marxismo, Montevideo, 1996. Pág. 222

[10]     El uso de términos tales como violentismo, militantismo se hizo habitual. Actos humanos como la violencia o la militancia se transforman en categorías genéricas, abstractas, desacreditadas también “en general”.

[11]     Beatriz Stolowicz señala este elemento de continuidad entre las dictaduras y las “democracias gobernables” y su relación con la imposición del neoliberalismo. Democracia gobernable: instrumentalismo conservador.  II Seminario Internacional Marx Vive,Bogotá, 2000

[12]     El ex presidente Sanguinetti, por ejemplo, en reportaje de 19-10-06. www.espectador.com.uy

[13]     Seregni-Rosencof. Mano a mano. Aguilar, Montevideo, 2002, Pág. 79

[14]     I. Sliozkin. Proyección de las luchas libertadoras americanas en Rusia. En Estudios Marxistas, Nº 2, Colombia, 1969.

[15]     Ignacio Ramonet denuncia una nueva modalidad de estos “fondos buitres”, los private equities. Hoy, señala, uno de cada cuatro asalariados norteamericanos y uno de cada 12 franceses, trabajan para ellos. (Voracité. Le Monde Diplomatique. Nov/ 2007. Edición digital)

[16]     Julio Rodríguez. Ponencia. En Marx hoy, Cit., Pág. 379, n. 30. Énfasis del autor.

[17]     Ibídem. Pág. 363. Énfasis del autor

[18]     D. Olesker. El análisis programático de la sociedad uruguaya y sus alternativas. En: Vigencia y actualización del marxismo en el pensamiento de Rodney Arismendi. Fundación  Arismendi, Montevideo, 2001, Pág. 73

[19]     W. Turiansky. El paradigma del partido. En ibídem. Pág. 101

[20]     C. Marx. Crítica de la filosofía del Estado de Hegel. Grijalbo, México, 1968. Pág. 22

[21]     F. Engels. AntiDühring. EPU, Montevideo, 1960. Pág.402

[22]     Alberto Couriel–Samuel Lichtensztejn. El FMI y la crisis económica nacional, FCU, Montevideo, 1967. Págs. 141-142.

[23]     R. Arismendi. Informe al CC, septiembre 1984. En Congresos y Documentos, Comisión Nacional de Propaganda del PCU. Montevideo. 1988. Pág. 255

[24]     Exposición de motivos de su renuncia a la Comisión Organizadora del Debate Educativo. Difundida por televisión el 12-10-06. Reafirmada en radio El Espectador, 13-10-06. (www.espectador.com.uy )

[25]     Antonio Elías. Las contradicciones económico-políticas. En Otro camino económico. REDIU, Montevideo, 2006. Pág. 23. En la misma publicación, Joaquín Etchevers y José Rocca al exponer la evolución de la deuda externa desde la década del 60 y los antecedentes históricos de la actual política económica, realizan esta interpelación.

[26]     R. Arismendi. Informe al CC. 1984. Congresos y documentos. Cit. Pág.237.