10/04/2012
En la actual situación es necesario precisar las ideas. Buscar los caminos para sobrellevar las tormentas actuales y las que vendrán. La dramática situación mundial está llena de peligros, pero también de oportunidades. Dirigentes y gobernantes, militantes o no, todos nosotros, deberemos tomar, con responsabilidad, decisiones que determinarán el futuro del país.
Debemos proceder a un debate maduro, a desarrollar las ideas hacia una estrategia y un nuevo proyecto de país. Desearía una discusión profunda, con mayor participación, más ordenada, enraizada con la lucha popular, que no termina -como parece que piensan algunos- con la obtención del gobierno, por el contrario.
La historia ha demostrado que es más fácil la lucha contra el enemigo, cruel, frontal, más de las veces violento, llena de frustraciones, derrotas, fracasos, pero también de heroísmos y alegrías infinitas; que las mieles de la victoria, que esconden detrás del tan ansiado “poder”, algunas miserias humanas. Se vuelven entonces, las fuerzas propias -y sus ambiciones- el enemigo; un enemigo interno más peligroso que todo el poder de la clase dominante.
Es bueno recordar, tener en cuenta, aquellos momentos, en que llenos de entusiasmo abrazábamos ese presente de lucha, hacia un promisorio futuro.
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Así lo veíamos aquel 5 de febrero de 1971, con la fundación del Frente Amplio.
Las bases programáticas de la unidad
“En esta dramática circunstancia, conscientes de nuestra responsabilidad y convencidos de que ninguna fuerza política aislada sería capaz de abrir una alternativa cierta de poder al pueblo organizado, hemos entendido que constituye un imperativo de la hora, concertar nuestros esfuerzos, mediante un acuerdo político, para establecer un programa destinado a superar la crisis estructural, a restituir al país su destino de nación independiente y a reintegrar al pueblo el pleno ejercicio de sus libertades y de sus derechos individuales, políticos y sindicales. Un programa de contenido democrático y antiimperialista que establezca el control y la dirección planificada y nacionalizada de los puntos claves del sistema económico para sacar al país de su estancamiento, redistribuir de modo equitativo el ingreso, aniquilar el predominio de la oligarquía de intermediarios, banqueros y latifundistas y realizar una política de efectiva libertad y bienestar, basada en el esfuerzo productivo de todos los habitantes de la República.
Expresamos nuestro hondo convencimiento de que la construcción de una sociedad justa, con sentido nacional y progresista, liberada de la tutela imperial es imposible en los esquemas de un régimen dominado por el gran capital. La ruptura con este sistema es una condición ineludible de un proceso de cambio de sus caducas estructuras y de conquista de la efectiva independencia de la nación. Ello exigirá, a su tiempo, la modificación del ordenamiento jurídico-institucional, a efectos de facilitar las imprescindibles transformaciones que procura.
Concebimos este esfuerzo nacional como parte de la lucha por la liberación y desarrollo de los pueblos del Tercer Mundo en general, de la cual somos solidarios, y en particular, de la que tiene por escenario a nuestra América Latina, en donde, como hace más de un siglo y medio, la insurgencia de sus pueblos, habrá de desembocar en la conquista de la segunda y definitiva emancipación.” (Declaración Constitutiva FA, 5/02/1971. Fragmento)